Sandro Magister da por hecho que tras el Sínodo de la
Amazonía se ordenarán las primeras diaconisas
Por Carlos Esteban
Infovaticana, |
03 julio, 2018
“A juzgar por el documento preparatorio del Sínodo de
la Amazonia, en agenda en 2019, se prevé que precisamente en esa región se
ordenarán las primeras mujeres diácono”, señala en la última entrada de su
blog, Settimo Cielo, el prestigioso vaticanista Sandro Magister, que añade: “Y
después, quién sabe”.
Subraya
Magister en su texto el que se ha convertido quizá en el rasgo más
característico del Papado de Francisco, ese avanzar para luego retroceder,
decir una cosa para matizar la contraria, declarar algo y contradecirlo en una
decisión, utilizar diferentes audiencias para lanzar mensajes distintos para
una misma cuestión. Un modo, en fin, de plantear la tan cacareada ‘renovación’
de un modo tan confuso que uno no sabe muy bien a qué atenerse hasta que el
asunto parece asentarse solo.
Naturalmente, el asunto de fondo no es el diaconado
femenino, ni nadie duda por un segundo que los ‘renovadores’ a ultranza vayan a
dejar de reivindicar lo que consideran el lógico fin de trayecto de estas
reformas: el sacerdocio femenino, como exige el Mundo.
Francisco, siempre que se ha pronunciado sobre el
particular, ha confirmado la práctica unánime y continuada de la Iglesia,
proclamada solemnemente por San Juan Pablo II: las mujeres no pueden ser
sacerdotes. A diferencia del celibato sacerdotal, una cuestión disciplinaria
sobre la que la Iglesia tiene potestad para cambiar, el predecesor de Benedicto
XVI aclaró que se trata de una cuestión ontológica y ‘de fide’, perteneciente a
la naturaleza misma del Sacramento del Orden.
Pero, por otra parte, deja sin responder a quienes
opinan en contrario desde la misma cúpula de la Iglesia y aun entre su círculo
íntimo, como cuando el Arzobispo de Viena, el Cardenal Christoph Schönborn,
dejó abierta la puerta a una futura reforma de la ‘visión’ de Wojtyla.
El debate llegó a tal punto que tuvo que intervenir el
pasado mayo el propio prefecto para la Doctrina de la Fe, el Cardenal Luis
Ladaria, que confirmó la decisión de San Juan Pablo, calificándola de
“definitiva” e “infalible” en una nota publicada en L’Osservatore Romano.
Por supuesto, esto no ha acallado al ala progresista,
maximalistas que si algo hay que admirar en ellos es la constancia, ahora
animados por la comisión que ha encargado Su Santidad para estudiar la
elevación de mujeres al diaconado.
Pero el diaconado es ya Sacramento del Orden, aunque
no abarque las funciones sacerdotales plenas. Así se define en la encíclica
Lumen Gentium proclamada como parte del Concilio Vaticano II: “En el grado
inferior de la jerarquía están los diáconos, que reciben la imposición de las
manos «no en orden al sacerdocio, sino en orden al ministerio». Así,
confortados con la gracia sacramental, en comunión con el obispo y su
presbítero, sirven al pueblo de Dios en el ministerio de la liturgia, de la
palabra y de la caridad. Es oficio propio del diácono, según le fuere asignado
por la autoridad competente, administrar solemnemente el bautismo, reservar y
distribuir la Eucaristía, asistir al matrimonio y bendecirlo en nombre de la
Iglesia, llevar el viático a los moribundos, leer la Sagrada Escritura a los
fieles, instruir y exhortar al pueblo, presidir el culto y oración de los
fieles, administrar los sacramentales, presidir el rito de los funerales y
sepultura”.
Y, ahora, por lo que puede leerse en el documento
preparatorio del Sínodo de la Amazonia, que habrá de celebrarse en 2019, se
prevé que allí se ordenen las primeras diaconisas, junto con los ‘viri
probati‘, los primeros casados ordenados sacerdotes del rito latino que, según
las voces más alarmistas, anunciarán el fin del celibato sacerdotal obligatorio
para la Iglesia universal.
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