Acaba de cumplirse el
segundo aniversario del fallecimiento de nuestro asesor y amigo, don José, a
quien sus hermanos salesianos le dedicaron un folleto de recuerdo y homenaje.
De esa publicación seleccionamos aquí algunos párrafos.
Un hombre estudioso
El P. Cuesta poseía hábitos
muy desarrollados de orden y concentración, lo que sumado a una natural
curiosidad, lo conducía a informarse sobre los más diversos campos. Era una
persona abierta a la cultura, a la vez que deseoso de dominar sólidamente todo
lo que hacía a su vocación salesiana y específicamente al ministerio
sacerdotal.
Además del título de Maestro
Normal Nacional y los itinerarios de estudios filosóficos y teológicos, fue
profesor de Latín y Griego, de Filosofía y Letras. En los años transcurridos en
Tucumán aprovechó para hacer la carrera de Psicólogo con Orientación Clínica,
en la Universidad Nacional de Tucumán. De allí egresó en octubre de 1977. Su
promedio de 8,36 lo hizo graduarse “magna cum laude”.
Gustaba de compartir todo lo
que fuera material espiritualmente formativo. Así enviaba textos a quienes
integraban el Apostolado de la Oración y la Pastoral de la Salud de la
parroquia en La Paz, su tierra natal. En Mendoza difundió la Escuela para
Padres. Así también difundía, de modo prolijo y constante, las enseñanzas de
los Papas, bajo lo que él denominó, en la Parroquia María Auxiliadora, la
Cátedra Juan Pablo Magno, para trasmitir la doctrina social de la Iglesia.
En el camino de la vida
Con el paso de los años
todos vamos pasando por diversas etapas, y aunque uno ya se considere adulto,
lo mismo sigue madurando, asimilando valores y modificando a veces el modo en
que enfrenta la realidad. Por eso los salesianos hablamos de formación
permanente: porque nunca dejamos de formarnos. En ese sentido el P. Cuesta
también le tocó vivir la época del entusiasmo en la que prevalece la acción,
marcada por un fuerte protagonismo y con el logro de muchos resultados,
desplegando numerosas cualidades.
Con el paso de los años –y
gracias a Dios que nos habla a través de los hermanos y de la realidad- uno va
dando cada vez más espacio a la contemplación, a la oración, a una acción que
no por ser más calma es menos fecunda.
Quienes hemos conocido y apreciado al P.
Cuesta hemos visto en ésos cambios que expresan un serio trabajo interior.
El conocedor de tantos
temas, de a poco fue dejando más espacio al silencio. Y ante la dura prueba de
una enfermedad que asomó repentina y
abrupta, no lo vimos rebelarse, sino por el contrario, aceptar con docilidad
el límite, el dolor. La vida toda del P. José, en esos últimos meses, se volvió
la Misa que ofrecía con humildad.
Don
José, que su ejemplo nos sirva de guía.
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