El imperio de la violencia en la ArgentinaReflexión de monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La
Plata, en el programa "Claves para un Mundo Mejor"
(26 de noviembre de 2016)
Aica
Hoy se habla con frecuencia del incremento de la
violencia en la sociedad argentina y no es sólo un tema de conversación sino
que es una realidad, un hecho que se sufre. Basta seguir las noticias
cotidianamente: asaltos, crímenes, asaltos que acaban en homicidios sin
necesidad. Quieren robarle el celular a alguien y, a veces, no alcanzan a
robárselo pero lo matan. Además vemos “entraderas” de todo tipo y también lo
que se sabe de la violencia doméstica, el maltrato a las mujeres, lo que se
llama ahora femicidio. Todo esto pareciera que se hubiera precipitado de una
manera tremenda en los últimos años.
¿Podríamos encontrar alguna causa de esto? ¿Por qué es
así? Sí, está la malicia de la persona humana y siempre habrá habido robos y
crímenes pero tengo la impresión de que, ahora, hay una especie de
concentración de estos males.
Se me sugiere una interpretación. Sin ser un
sociólogo, no lo soy, pienso que hay dos o tres causas que pueden influir en
esto. Una es la disolución de la familia pues, hoy día, es muy difícil
encontrar una familia como la entendíamos antes. Ahora tenemos lo que se llaman
las familias ensambladas y yo, hablando con los jóvenes, como lo hago
frecuentemente, observo que muchos no han conocido a su padre y tienen hermanos
de varias parejas de su madre, etc. Hay una especie de orfandad afectiva en
muchos de estos chicos y en algunos ambientes eso le llega fácilmente. Son
reclutados, con facilidad, por una bandita y caen presos y se tragan, como
“perejiles”, ocho años en la cárcel cuando los grandes “chorros” pasean
tranquilos.
La disolución de la familia es una razón y otra,
podríamos decir, la caída de la educación. Y no me refiero sólo al sistema
educativo sino a la educación en general, lo que era el decoro, el respeto, la
cordialidad, el respeto por el otro, por la vida del otro. Eso también es algo
que hoy parece que no tiene una vigencia cultural de peso.
Además está la falta de trabajo, de trabajo digno, de
trabajo genuino. Hay mucha gente cuyo trabajo es “chorrear” y hacen lo que
pueden por sobrevivir y, por supuesto, no estoy justificando esto. Lo que veo
es entre todas estas causas la constitución de una especie de drama argentino,
una tragedia argentina y eso tiene que ver con la violencia.
Vemos esa violencia en todos los órdenes Incluso en la
calle, entre los pasajeros de un colectivo, o alguien que cruza una calle y un
auto que no lo respeta, etc. Parecen cosas minuciosas pero el conjunto hace una
especie de síndrome psicológico y sociológico de violencia.
¿Nosotros cómo podemos vivir así? No sólo no es humano
sino que tampoco es cristiano obviamente. Y creo que en cuanto cristianos
tenemos que hacer un aporte a esto, no sólo en cuanto a nuestra conducta sino
en cuanto a la difusión de una corriente diversa de trato con las personas, de
respeto, de afecto, de solidaridad aún con personas desconocidas. Esto parece
algo increíble, algo difícil de realizar pero es lo normal, tendría que ser lo
corriente, lo cotidiano.
No quiero exagerar las cosas. Si yo sigo las noticias
policiales de los diarios por supuesto que este cuadro que les estoy pintando
es perfecto y ya sé que hay gente que vive de otra manera, que vive bien, que
trata a los demás como deben ser tratados, etc., etc., pero los periodistas
reflejan esto sobre todo y, de hecho, uno encuentra que hay una especie de
crispación que tiene además de las causas que he citado algunas otras que se
podrían añadir pero que implican la deshumanización de la convivencia humana.
Sobre esto, nosotros, tenemos que reaccionar y reaccionar
en primer lugar con aportes, el aporte de nuestro propio trato empezando por
casa, digámoslo así, y siguiendo por aquellos con los cuales entramos en
contacto. Miren es una experiencia que yo mismo, como pastor de la Iglesia, he
tenido porque hay veces que hay cosas que a uno lo enojan, lo fastidian, y
espontáneamente surge el temperamento, uno está inclinado a contestar de mal
modo, aún en esas pequeñeces, me parece que se juega ese imperio de la
violencia y es algo que nosotros podemos dominar, podemos corregir, podemos
encauzar y, luego, sobre todo, aquellos que tenemos alguna responsabilidad
educativa con los chicos, sea en el hogar, sea en la escuela. Es muy importante
eso de tratar de tranquilizarlos, tratar de llevarlos a la mesura. Hay una especie
de descontrol y eso no es la libertad porque la libertad es perfectamente
compatible con el respeto, con la mesura, con la integración de una comunidad.
Veamos a ver si, con el tiempo, podemos ir mejorando
un poco todo esto porque si esto se acelera no sé en qué podemos acabar. Va a
ser muy triste la situación de la sociedad argentina.
Mons. Héctor Aguer, arzobispo de La Plata
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