Reflexión de monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La
Plata, en el programa "Claves para un Mundo Mejor"
(12 de
noviembre de 2016)
AICA
“Mis queridos amigos hoy quisiera conversar con
ustedes sobre algo que me parece fundamental. En realidad converso para ustedes
pero estoy seguro que después ustedes comentan entre sí y, muchas veces, me
llegan los ecos. Lo de hoy es esto: ¿quién forma actualmente la conciencia, el
sentido de la vida, la opinión, del argentino común? ¿Cuáles son las fuentes en
las cuales abreva el argentino común para hacerse una idea no sólo de las
cuestiones políticas o económicas, de lo que pasa, sino también de la vida, de
la muerte, del sentido de la existencia?”.
“Yo observo algo, y lo digo con todo respeto, que me
resulta muy, muy peligroso. Veo, en los últimos años, una “tinellización”, una
“susanización”, una “lanatización” de la cultura nacional. Esto tiene que ver
con la importancia que adquieren los medios de comunicación y ciertas personas
que actúan en ellos con gran profesionalismo y, por tanto también, tienen una
audiencia fenomenal”.
“Nos dicen que a este programa “Claves para un mundo
mejor” lo ven cientos de miles de personas en todo el país. Ojalá, pero a los
programas que me refiero los ven millones y millones de personas. Creo que
nosotros tenemos que tomar conciencia de cómo este influjo invasor de ciertos
medios de comunicación tiene un poder tan grande sobre capas inmensas de la
población argentina. Es algo que invita a pensar, porque detrás de todo esto,
detrás de este fenómeno, se encuentra el hecho de la libertad, de la libertad
personal. Todos somos muy rápidos para hablar de la libertad de expresión y
demás, pero la libertad de pensamiento, la libertad de reflexión, la libertad
de formarse una opinión, ¿es realmente libre?, quiero decir: ¿existe de
hecho?”.
“Fijense la pavada que estoy diciendo: ¡si la libertad
es libre!” Usted ve tal o cual programa, su vecino ve el otro y son
televidentes adictos a esos programas, por no hablar de los blogs y de las
opiniones innumerables que circulan por las redes. Hay una especie de
descontrol, no estoy preconizando el protagonismo absoluto de alguien o que alguien
imponga un pensamiento de un modo dictatorial. ¡Líbreme Dios, no es eso!. Lo
que digo es: ¿se reflexiona acerca de qué valores están en juego en la acción
de esos poderes inmensos que influyen sobre la manera de pensar de los
argentinos? ¿Se advierte sobre ellos, se los elabora críticamente, se los
critica?”.
“Veo, con asombro, que hay periodistas omniscientes,
saben de todo, hablan de todo y, además, hablan como si ellos tuvieran la razón
siempre. Siempre tienen la razón. Si entrevistan a alguien que no está de
acuerdo con lo que ellos, los periodistas, consideran verdadero o justo, aún si
lo tratan con respeto, lo que no siempre ocurre, ellos quedan con el micrófono
o la cámara y “lo hacen bolsa” sin escrúpulos. Aquí hay algo raro, me parece, y
que configura un fenómeno muy extraño: que una libertad de expresión tan
amplia, tan amplia, acaba en la abolición de la libertad, acaba en la
imposición de una moda, de una manera de pensar que, independientemente del
problema de la fe religiosa, respecto de las cosas humanas, respecto del
sentido de la vida, va arrasando completamente con lo que antes se llamaba el
sentido común y que hoy habría que llamar el menos común de los sentidos”.
“Antes uno se limitaba a leer el diario, que venía en
una amplia e incómoda hoja sábana y el influjo de ese diario era muy limitado;
pero ahora el influjo audiovisual o el influjo de las redes virtuales es
enorme, especialmente, si uno se concentra en ello”.
“Fíjense, de paso, en la cuestión del “aparatito” del
teléfono multifunción. A mí me llama la atención, caminando por la calle,
observar que toda la gente va con el telefonito, además en una reunión; además,
en una reunión cualquiera todo el mundo está con su telefonito como si viviera
en dos mundos a la vez. Es sospechoso todo esto, de cómo hay, hoy en día,
poderes omnipotentes de imposición de ideas que se festejan, que se aceptan sin
crítica y que van configurando, hechas modas, una determinada manera de pensar
y vivir”.
“De paso, hice referencia a la fe religiosa; me refiero
precisamente al cristianismo, a las verdades fundamentales de la fe cristiana y
advierto, hoy día, este fenómeno: que la descristianización, la pérdida de la
fe o el dejar de lado la visión del mundo propia del cristianismo, lleva a la
deshumanización y, a veces, hasta extremos irrisorios, a la falta de decoro, a
la falta de honestidad fundamental, de dignidad. Insisto: haciendo creer,
muchas veces, que uno es libre, el oyente o el televidente va asimilando un
pensamiento único que se le impone en nombre de la libertad de expresión”.
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