Elisabetta Piqué
(párrafos
seleccionados)
-Un reciente sondeo
en la región [del Pew Research Center] certificó que, más allá del "efecto
Francisco", hay católicos que siguen abandonando la Iglesia.
-Conozco la
estadística que dieron en Aparecida, es el único dato que tengo. Evidentemente,
hay varios factores que intervienen en eso, externos a la Iglesia. Por ejemplo,
la teología de la prosperidad inspira muchas propuestas religiosas que atraen
gente. Pero luego la gente queda a mitad de camino. Pero dejando afuera lo
externo a la Iglesia ,
me pregunto: ¿cuáles son las cosas nuestras, dentro de la Iglesia , que hacen que los
fieles no se sientan satisfechos? Y es la falta de cercanía y el clericalismo.
La proximidad es el llamado hoy al católico, a salir y hacernos próximos de la
gente, de sus problemas, de sus realidades. El clericalismo, se lo dije a los
obispos del Celam en Río de Janeiro, frenó la madurez laical en América latina.
Donde los laicos son más maduros en América latina es precisamente en la
expresión de la piedad popular. Pero organizaciones laicales siempre estuvieron
con el problema del clericalismo. Yo hablé de esto en la "Evangelii
Gaudium" [la primera exhortación apostólica del Papa].
-¿La renovación de la Iglesia a la que usted
llama apunta también a buscar a estas "ovejas perdidas" y a frenar
esa sangría de fieles?
-No me gusta usar esa
imagen de la "sangría" porque es una imagen muy ligada al
proselitismo. No me gusta usar términos ligados al proselitismo porque no es la
verdad. Me gusta usar la imagen de hospital de campaña: hay gente muy herida
que está esperando que vayamos a curarle las heridas, heridas por mil motivos.
Y hay que salir a curar heridas.
-¿Ésa es la
estrategia entonces para recuperar a los que se van?
-No me gusta la
palabra "estrategia", sino que hablaría del llamado pastoral del
Señor, porque si no, parece todo una ONG... Es el llamado del Señor, lo que hoy
le pide a la Iglesia ,
no como estrategia, porque la
Iglesia no hace proselitismo. La Iglesia no quiere hacer
proselitismo porque la Iglesia
no crece por proselitismo, sino por atracción, como dijo Benedicto. La Iglesia tiene que ser un
hospital de campaña y salir a curar heridas, como el buen samaritano. Hay gente
herida por desatención, por abandono de la Iglesia misma, gente que está sufriendo
horrores...
-Usted es un papa que
suele hablar de manera directa, lo que le ayuda a dejar en claro el rumbo de su
pontificado. ¿Por qué cree que hay sectores que están desorientados, que dicen
que la "barca está sin timón", sobre todo después del reciente sínodo
sobre la familia?
-Me extrañan esas
expresiones. No me consta que las hayan dicho. En los medios, aparece como que
las hubieran dicho. Pero, hasta que no le pregunte al interesado: "¿Usted
ha dicho esto?", mantengo la duda fraternal. Pero, generalmente, es porque
no leen las cosas. Uno sí me dijo una vez: "Sí, claro, esto del
discernimiento qué bien que hace, pero necesitamos cosas más claras". Y yo
le dije: "Mire, yo escribí una encíclica, es verdad, a cuatro manos, y una
exhortación apostólica. C ontinuamente estoy haciendo declaraciones, dando
homilías y eso es magisterio. Eso que está ahí es lo que yo pienso, no lo que
los medios dicen que yo pienso. Vaya ahí y lo va a encontrar y está bien claro;
«Evangelii Gaudium» es muy clara".
-En los medios,
algunos hablaron del "fin de la luna de miel" por la división que
salió a la luz en el sínodo...
-No fue una división
tipo estrella contra el Papa; o sea, al Papa de referente no lo tenían. Porque
ahí el Papa procuró abrir el juego y escuchar a todos. El hecho de que, al
final, mi discurso haya sido aceptado tan entusiastamente por los padres
sinodales indica que el problema no era con el Papa, sino que era entre
diversas posturas pastorales.
-Siempre que hay un
cambio de statu quo, como significó su llegada al Vaticano, es normal que haya
resistencias. Después de poco más de 20 meses, esta resistencia, silenciosa al
principio, parece ser más evidente...
-La palabra la dijo
usted. Las resistencias ahora se evidencian, pero para mí es un buen signo, que
las ventilen, que no las digan a escondidas cuando uno no está de acuerdo. Es
sano ventilar las cosas; es muy sano.
-¿La resistencia
tiene que ver con la limpieza que usted está haciendo, con la reestructuración
interna de la curia romana?
-Considero a las
resistencias como puntos de vista distintos, no como cosa sucia. Tiene que ver
con decisiones que por ahí tomo, eso sí. Claro, hay decisiones que tocan
algunas cosas económicas, otras más pastorales...
-¿Está preocupado?
-No, no estoy preocupado,
me parece todo normal, porque sería anormal que no existieran puntos
divergentes. Sería anormal que no saliera nada.
-¿Terminó el trabajo
de limpieza o sigue?
-No me gusta hablar
de "limpieza". Diría de hacer marchar la curia en la dirección que
las congregaciones generales [las reuniones que anteceden al cónclave]
pidieron. No, para eso falta mucho todavía. Falta, falta. Porque, en las
congregaciones generales precónclave, los cardenales pedimos muchas cosas y hay
que seguir adelante en todo eso...
-¿Lo que se encontró
haciendo limpieza es peor de lo que se esperaba?
-Primero, no me
esperaba nada. Esperaba volverme a Buenos Aires [risas]. Y después creo que, no
sé, Dios en eso es bueno conmigo, me da una sana dosis de inconsciencia. Voy
haciendo lo que tengo que hacer.
-Pero ¿cómo anda el
trabajo en curso?
-Bueno, es todo
público, se sabe. El IOR [Instituto para las Obras de Religión] está
funcionando fenómeno y se hizo bastante bien eso. Lo de la economía está yendo
bien. Y la reforma espiritual es lo que en este momento me preocupa más, la
reforma del corazón. Estoy preparando la alocución de Navidad para los miembros
de la curia; voy a tener dos saludos navideños, uno con los prelados de la
curia y otro con todo el personal del Vaticano, con todos los dependientes, en
el Aula Pablo VI con sus familias, porque ellos también llevan adelante las cosas.
Los ejercicios espirituales para prefectos y secretarios son un paso adelante.
Es un paso adelante que estemos seis días encerrados, rezando y, como el año
pasado, lo vamos a volver a hacer en la primera semana de Cuaresma. Vamos a la
misma casa.
-La semana que viene
vuelve a juntarse el G-9 [el grupo de 9 cardenales consultores que lo ayudan en
el proceso de reforma de la curia y en el gobierno universal de la Iglesia ]. ¿Para 2015 va a
estar lista la famosa reforma de la curia?
-No, el proceso es
lento. El otro día tuvimos una reunión con los jefes de dicasterios y se
presentó la propuesta que hicieron de juntar los dicasterios de Laicos,
Familia, Justicia y Paz. Y hubo discusión ahí, cada uno expresó lo que le
parecía, y ahora esto vuelve al G-9. Es decir, la reforma de la curia lleva
mucho tiempo, es la parte más compleja...
-¿Es decir que no va
a estar lista en 2015?
-No, se va haciendo
de a pasitos.
-Un sector
conservador en Estados Unidos cree que usted lo echó al cardenal
tradicionalista norteamericano Raymond Leo Burke del Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica
por ser el líder de un grupo de resistencia a cualquier tipo de cambio en el
sínodo de obispos... ¿Es verdad?
-El cardenal Burke un
día me preguntó qué iba a hacer, ya que aún no había sido confirmado en su
cargo, en la parte jurídica, y estaba con la fórmula de donec alitur
provideatur ("hasta que se disponga otra cosa"). Y le dije:
"Deme un poco de tiempo porque se está pensando en una reestructuración
jurídica en el G-9", y le expliqué que todavía no había nada hecho y que
se estaba pensando. Y después surgió lo de la Orden de Malta y ahí hacía falta un americano
vivo, que se pudiera mover en ese ámbito y se me ocurrió él para ese cargo. Y
se lo propuse mucho antes del sínodo. Y le dije: "Esto va a ser después
del sínodo porque quiero que usted participe en el sínodo como jefe de
dicasterio", porque como capellán de Malta no podía. Y bueno, me agradeció
mucho, en buenos términos y lo aceptó, hasta le gustó me parece. Porque él es
un hombre de moverse mucho, de viajar y ahí va a tener trabajo. O sea que no es
cierto que lo eché por cómo se había portado en el sínodo.
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