S. E. Mons. Giampaolo Crepaldi
Presidente del Observatorio
Osservatorio Internazionale
Cardinale Van Thuân, 5-9-14
En la primavera del
2014 nuestro Observatorio publicó "Un país perdido y la esperanza de un
pueblo. Llamamiento político a los italianos” (ediciones Cantagalli). El
Llamamiento fue ampliamente recogido por los medios de comunicación. El 14 de
abril 2014 se le presentó oficialmente en Roma, en el Palazzo Altieri en Piazza
del Gesù, sede del Banco Popular, con la presencia del Ministro Angelino Alfano
y del secretario de la CISL Raffaele Bonanni, con la coordinación de Antonio
Polito y con el saludo introductorio de Carlo Costalli, presidente del
Movimiento Cristiano de Trabajadores, y del suscrito. La discusión sobre el
Llamamiento sigue ahora en este número del "Boletín de Doctrina social de
la Iglesia" dedicado íntegramente al mismo. Y también puedo anticipar que
en el próximo mes de octubre realizaremos un seminario de profundización.
Agradezco vivamente a
las personalidades que han aceptado escribir los artículos sobre nuestro
Llamamiento que publicamos en este número. Su generosa adhesión a nuestra propuesta
confirma la validez y la consistencia de nuestro trabajo. Estos artículos son
análisis realizados desde distintos puntos de vista, según la experiencia de
los autores, pero también presentan algo en común. Es evidente en todos estos
comentarios que publicamos, una pasión que va más allá de los análisis
temáticos y de los diversos aspectos del contenido del Llamamiento. Una
convicción sobre la necesidad de un compromiso de los católicos en este difícil
momento de nuestro país y ante una gran incertidumbre sobre el diagnóstico y
sobre las reformas. Se nota en todos la angustia por una situación de extravío
—como acertadamente dice el título del Llamamiento— y que no es sólo del país,
sino también de los católicos y, yo diría, de descontento por cómo van las
cosas, junto con el deseo de intervenir, pero no superficialmente. En esta
última intención se encuentra la razón, la historia de los católicos italianos,
la fe y la doctrina de la Iglesia. Es una intención "fortalecida”, la
misma intención que ha movido al personal del Observatorio a redactar el
Llamamiento.
Muchos ya han dicho
que este es un momento histórico. Nosotros estamos convencidos de ello.
Precisamente el Llamamiento habla de un "punto de inflexión" al que
llegó Italia tras veinte años de transición, y al que llegó también el mundo
católico, después de intentar distintas formas de reagrupación. Pero esto no
ocurrirá sino a través de recuperar la convicción de que la fe católica no solo
influye sobre compromisos de testimonio personal, sino también sobre un orden
social. Y esto corre el riesgo de ser olvidado. Es el olvido de las
consecuencias más importantes, porque la misma Doctrina social de la Iglesia
está al servicio del "proyecto de Dios en el mundo”, como dice al inicio
el Compendio de la Doctrina social de la Iglesia, y no de un genérico
compromiso personal con un, tampoco mejor definido, bien común. Si de la fe y
la razón no emana un orden social, el papel público de la fe católica se ve
afectado y el Evangelio se reduce a un manual de consejos para buenas prácticas
individuales. También hay que recordar que sin el reconocimiento de su papel
público, la fe católica tampoco podría ser vivida adecuadamente, no sólo en su
rol público, sino también en el más estrictamente personal o espiritual, porque
tendríamos encima el dominio absoluto de la conciencia individual.
Al escribir nuestro
Llamamiento, hemos puesto gran atención a este punto. A medida que la fe
católica renuncia a animar un compromiso social y político para la construcción
de un orden social respetuoso del proyecto de Dios sobre el hombre, se
entorpece también a la fe religiosa, que se vuelve introvertida y caprichosa, y
se pone a disposición de una sensiblería psicologista new age, junto con la
búsqueda de la satisfacción de pertenecer a un grupo pequeño. Si la fe católica
no tiene una palabra que decir sobre el mundo y si allí, en el mundo, prima el
completo pluralismo de las opciones, también la vida de fe personal se
individualiza y se adapta a las circunstancias cambiantes, basándose en lo
accidental antes que en lo sustancial. Digo esto para subrayar que el
Llamamiento del Observatorio nace no sólo por una reflexión sobre la sociedad y
la política en este momento histórico, sino también de una visión más global de
las urgencias e incluso de los peligros que la fe católica encuentra y
experimenta en nuestra época.
Los católicos se
están acostumbrando a la secularización, y muchos estudiosos la consideran
fruto mismo del cristianismo, y esto es en parte verdadero. Sin embargo, respecto
del proceso de secularización no hemos llegado hasta el fondo. El Llamamiento
no tiene por objeto aclarar los aspectos de esta complejidad, pero cultiva en
su interior la siguiente convicción. Si observamos el proceso de secularización
no podemos negar que él no se ha detenido nunca y que en este tiempo se ha
radicalizado continuamente. No se ha buscado hacer el mundo legítimamente
autónomo, como plantea la Gaudium et spes, sino hacerlo independiente de Dios.
Y no solo eso, sino que después se ha querido hacerlo independiente también de
cualquier otro principio fuera de Dios y, por último, se ha querido hacerlo
independiente también de sí mismo. No existía hasta ahora, un laicismo que
hubiera mantenido una posición de apertura hacia la religión, sin degenerar en
una negación arrogante, para después terminar convirtiéndose en la negación
incluso de sí mismo.
Aun en una sociedad
secularizada, democrática y pluralista no es menor la importancia de Dios y de
su proyecto sobre el hombre para la construcción de una sociedad verdaderamente
humana. Cualquier valoración católica del proceso de secularización no debe
olvidar este punto que justifica en profundidad la existencia de la Doctrina
social de la Iglesia como expresión del papel público de la fe de la Iglesia y
que justifica también al Llamamiento del Observatorio que se comenta en este
número del Boletín.
Diciendo estas cosas,
soy consciente de hacer afirmaciones que no son universalmente compartidas
entre los católicos. Pero es precisamente en esta claridad de enfoque donde
este Llamamiento del Observatorio encuentra su eficacia. No sólo por la
claridad con que traza las pistas de un compromiso político concreto —desde la
reforma de la escuela, hasta la de la administración pública—, sino sobre todo por
su enfoque de fondo sobre los grandes temas de la relación entre la Iglesia y
el mundo.
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