Mons Michel Schooyans
Miembro de la
Pontificia Academia para la Vida
Nosotros podemos
discernir la verdadera y la falsa compasión en hechos o en tomas de posición
observables en el mundo hoy. Así aparecerán los estragos que la falsa compasión
está haciendo tanto a nivel de las personas como a nivel de las sociedades
humanas. Pasemos a ver pues algunos ejemplos.
1) En 1962, la Corte
Criminal de Liège (Bélgica) fue llevada a juzgar a una madre que, "por
compasión", había matado a su hijo. Durante su embarazo, esta madre había
tomado Softenon, conocido hoy en día bajo el nombre de Talidomida. El niño
había nacido portador de malformaciones graves. La madre decidió poner fin a la
vida de su niño; lo que efectivamente hizo. Al término de un proceso muy
"mediatizado", la mujer fue absuelta. Ella salió libre del tribunal,
bajo los aplausos nutridos del público.
2) Los animales se
benefician cada vez más de la "compasión" de los hombres. En un film
"documental" de Al Gore, Una verdad que molesta, consagrado al
recalentamiento climático, se ve una animación que muestra un oso polar
extenuado buscando desesperadamente un apoyo seguro para salvarse la vida. El
mensaje es claro: si el casquete polar se recalienta y se funde, la razón debe
ser buscada en el número excesivo de hombres que contaminan la tierra (1). Por
tanto hay que controlar el crecimiento demográfico de la humanidad, del cual se
asegura que es la causa de la degradación del medio ambiente. Además, la "compasión"
hacia los animales, la protección de la fauna, de la flora y de las especies en
vía de desaparición, requieren el respeto de cuotas que fijen el número, e
incluso la "calidad" de los hombres autorizados a reproducirse. En
una de sus variantes, esta posición recomienda a los hombres tener
"compasión" por Gaïa, la Madre Tierra, que – adelantan – se degrada
en razón de la acción devastadora del hombre. El hombre debe ser sacrificado al
medio ambiente (2).
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