anemia de normas
"Donde nada
está prohibido, nada merece la pena'', dijo G.K. Chesterton.
POR JUAN ALBERTO
YARÍA
La Prensa,
04.12.2022
Chesterton,
admirado por Jorge Luis Borges, enseñaba que la vida es mérito, es difícil, es
una conquista cotidiana y donde no hay límites no hay libertad posible. Todo lo
contrario a lo que se proclama hoy como paradigma cultural. El escritor hablaba
sobre cómo nuestra época iba hacia una era de los blandengues, lo liviano, lo
`light' como oferta de vida y eso era como suicidarnos.
Atender hoy es una
sorpresa permanente en donde parece que `todo vale' y `sé igual', como decía el
filósofo popular de los '90, Minguito Tinguitella (Juan Carlos Altavista), y
entonces `nada parece valer'. El mundo de la transgresión permanente culmina en
el suicidio, ya que parecen ignorarse las leyes mismas de la naturaleza y del
orden moral.
La consulta en las
guardias se llena de hechos en `manada'; sexo en bandas con muchos estimulantes
y alcohol, con conductas tribales y de disputas entre clanes y bandas. Mientras
tanto asistimos a hechos en donde se rompe y pervierten códigos de ética
profesional en pymes farmacéuticas que venden oxicodona, fentanilo,
metanfetaminas en ritmo de producción enorme, con una red de distribuidores en
villas, y en zonas de diversión. Una industria de la eutanasia y del suicidio
para miles. Anomia (anemia de normas) que reina por doquier.
Así, la recepción
de los pacientes y sus familias parece ser el último eslabón de lo `salvable'
mientras existe toda una cadena de oferta de sustancias que surge desde
exclusivos barrio de San Isidro con una máquina de última generación que genera
miles de pastillas por día para un mercado ávido de experiencias alucinatorias
y bestiales a la vez.
El `dealer' se va
transformando en un Dios que desde el `infierno terrenal' promete el `paraíso'
y esclaviza a sus clientes, especialmente a las mujeres (lo vemos en la clínica
cotidiana). Las utilizan en la venta de fotos eróticas en sitios de internet
para lucrar con dinero a cambio de más dosis, o sea de más esclavitud. Nos
sorprende saber a nosotros (inocentes profesionales) la cantidad de personas
que compran estas fotos eróticas en dólares y de otros países de jovencitas
`domadas' por las distintas drogas y por personajes siniestros como son los
`dealers'. La pornografía parece ser el arte perverso de estos días.
Luego le ponemos
nombre a las patologías: bipolaridad, trastorno por abuso de sustancias,
trastorno borderline de la personalidad, trastorno antisocial, etc. Pero esto
queda pequeño ante tamaña anomia y `anemia' de normas que es la base de esta
sociedad desvinculada y desfamiliarizada que nos engloba y es la coreografía
como telón de fondo y al mismo tiempo el centro del drama de nuestros días. Los
diagnósticos quedan pequeños ante tanta barbarie liberada en nombre de la
libertad. Libertad para esclavizar.
Los chats, las
redes sociales como Facebook e Instagram describen a las `manadas' con sus
puntos de encuentro en donde ninguna ley ni autoridad está presente para que
una venta libre de sustancias y una libertad anómica esté reinando. Se convocan
por redes sociales y así surgen nuevas formas de organizaciones tribales
adolescentes en donde se nota la disociación y la distancia educativa y
normativa entre las instituciones, las familias, las escuelas y el propio mundo
adolescente. Ahí todo parece valer.
Se ofrecen
`aguantaderos' que son departamentos o casas -algunas tomadas y otras no - a
cambio de transacción de objetos robados, se facilitan armas, `facas' y ahí
también parece valer todo. Algunos mueren en el intento de desafiar las leyes
de la naturaleza, ya que hay corazón, cerebro y otros órganos que explotan ante
el sobreesfuerzo al cual se los expone. Los cadáveres no son personas y muchos
quedan en `volquetes' que levantarán los recolectores de basura (situación que
he escuchado varias veces en los consultorios y que muestra que el hombre es un
ser sagrado que ha quedado convertido en descartable como una basura). Esto
sucede y no basta ir a Rosario; muchas plazas capitalinas y densos circuitos
del conurbano pasan por estas escenas de crueldad humana y de desprecio por la
vida. El silencio debe ser total porque la cultura `woke' (cancelación de lo
que no es políticamente correcto) triunfa y propagandea el uso de drogas,
ocultándose la muerte anticipada de muchos o la dementización de miles.
Lo anuncia en un
reportaje a un medio el maestro en medicina, Luis Chiozza: `La pandemia de
locura recién empieza: contacto personal, contacto emocional y sentirnos parte
de una tarea en común (distanciamiento social), que eso parece haberse
perdido''. ``...Si falta todo esto es como si le faltaran vitaminas al ser
humano'', dijo.
Este malestar
existencial nos deja sin sentido de vida que es la brújula de la existencia y
ahí aparece la huida ante la angustia y el vacío: las drogas están ahí,
ofertadas, publicitadas y el Dios tecnológico tiene un límite (el nuevo mundo
de los aparatos) y no llena el vacío de contenido vital.
ANOMIA PRESTIGIADA
A la vez, en este
marco de anomia vemos cómo vuelven a aparecer enfermedades casi desterradas
como la sífilis, la blenorragia y otras enfermedades de transmisión sexual. Si
no hay límites, todo es `sí' y el sexo frenético es una realidad con una
subcultura de usuarios de drogas recreativas que realizan actos sexuales de
alto riesgo bajo la influencia de drogas.
Ahí, la
metanfetamina es clave para liberar, el cerebro queda en automático, sin
ninguna traba racional y, por supuesto, también sin medidas profilácticas, todo
con un gran número de compañeros sexuales. Es el llamado `chem-sex o
sexdopaje', con múltiples laboratorios, como los encontrados en distintos
puntos del país, que son proveedores. Estas sustancias se consumen por vía
oral, intravenosa o esnifada. El viagra (aun en jóvenes) acompaña todo esto.
El tusi (cocaína
rosada), también llamada Nexus o Eros, se agrega a esta `parafernalia' de la
muerte. Es un alucinógeno y un super estimulante, es una mezcla de LSD, éxtasis
(la llamada droga del amor), cocaína y ketamina (potente disociativo). La
excitación que genera en cuatro horas es enorme y el `químico de la muerte' que
genera esto respondió a vendedores de prostitución de lujo en los inicios de la
posmodernidad de los '70.
Cuando llegan a la
guardia nos encontramos que luego de estos raids de varios días de drogas y
sexo sin límites aparecen cuadros psicóticos, el inicio de un cuadro
esquizofrénico y el aumento de infecciones de transmisión sexual incluido el
VIH y la Hepatitis C, además de cuadros de abstinencia en donde la droga no es
solo lo añorado sino la `manada' como lo bestial perdido.
Aparecen en estos
fenómenos de las `manadas' las llamadas drogas de sumisión química que se
utilizan para adormecer o anular la voluntad del partenaire: burundanga,
ketamina, GHB. Otras se disuelven fácilmente en bebidas y son de pronta
eliminación. En todo este contexto necesitamos leer contextualmente lo que nos
sucede. Mientras más aumenta el consumo, ya en términos epidémicos, más
hablamos del consumo recreativo, ignorando las consecuencias de estos usos en
personas vulnerables (adolescentes, personas con trastornos severos de
personalidad, crisis adolescentes e inmadurez cerebral). Ignoramos que el
consumo hoy aparece desde los 12 años y está naturalizado. El 62 por ciento de
nuestros pacientes tiene familiares en carrera de consumo y el 12 por ciento se
inició con algún familiar significativo.
Los paradigmas
culturales estimulan el consumo en lugar de prevenirlo. Además de la lectura
contextual debemos hacer una lectura del sujeto de la adicción y de sus
victimarios. Así, aparecen con fuerza las llamadas personalidades antisociales
(dealers, `transas', gerenciadoras del sexo VIP, distribuidores, etc.).
Juan Alberto Yaría
* Director general
de Gradiva - Rehabilitación en adicciones
No hay comentarios:
Publicar un comentario