martes, 6 de diciembre de 2022

ANOMIA

 

 anemia de normas

 

"Donde nada está prohibido, nada merece la pena'', dijo G.K. Chesterton.

 

POR JUAN ALBERTO YARÍA

 

La Prensa, 04.12.2022

 

Chesterton, admirado por Jorge Luis Borges, enseñaba que la vida es mérito, es difícil, es una conquista cotidiana y donde no hay límites no hay libertad posible. Todo lo contrario a lo que se proclama hoy como paradigma cultural. El escritor hablaba sobre cómo nuestra época iba hacia una era de los blandengues, lo liviano, lo `light' como oferta de vida y eso era como suicidarnos.­

 

Atender hoy es una sorpresa permanente en donde parece que `todo vale' y `sé igual', como decía el filósofo popular de los '90, Minguito Tinguitella (Juan Carlos Altavista), y entonces `nada parece valer'. El mundo de la transgresión permanente culmina en el suicidio, ya que parecen ignorarse las leyes mismas de la naturaleza y del orden moral.­

 

La consulta en las guardias se llena de hechos en `manada'; sexo en bandas con muchos estimulantes y alcohol, con conductas tribales y de disputas entre clanes y bandas. Mientras tanto asistimos a hechos en donde se rompe y pervierten códigos de ética profesional en pymes farmacéuticas que venden oxicodona, fentanilo, metanfetaminas en ritmo de producción enorme, con una red de distribuidores en villas, y en zonas de diversión. Una industria de la eutanasia y del suicidio para miles. Anomia (anemia de normas) que reina por doquier.­

 

Así, la recepción de los pacientes y sus familias parece ser el último eslabón de lo `salvable' mientras existe toda una cadena de oferta de sustancias que surge desde exclusivos barrio de San Isidro con una máquina de última generación que genera miles de pastillas por día para un mercado ávido de experiencias alucinatorias y bestiales a la vez.­

 

El `dealer' se va transformando en un Dios que desde el `infierno terrenal' promete el `paraíso' y esclaviza a sus clientes, especialmente a las mujeres (lo vemos en la clínica cotidiana). Las utilizan en la venta de fotos eróticas en sitios de internet para lucrar con dinero a cambio de más dosis, o sea de más esclavitud. Nos sorprende saber a nosotros (inocentes profesionales) la cantidad de personas que compran estas fotos eróticas en dólares y de otros países de jovencitas `domadas' por las distintas drogas y por personajes siniestros como son los `dealers'. La pornografía parece ser el arte perverso de estos días.­

 

Luego le ponemos nombre a las patologías: bipolaridad, trastorno por abuso de sustancias, trastorno borderline de la personalidad, trastorno antisocial, etc. Pero esto queda pequeño ante tamaña anomia y `anemia' de normas que es la base de esta sociedad desvinculada y desfamiliarizada que nos engloba y es la coreografía como telón de fondo y al mismo tiempo el centro del drama de nuestros días. Los diagnósticos quedan pequeños ante tanta barbarie liberada en nombre de la libertad. Libertad para esclavizar.­

 

Los chats, las redes sociales como Facebook e Instagram describen a las `manadas' con sus puntos de encuentro en donde ninguna ley ni autoridad está presente para que una venta libre de sustancias y una libertad anómica esté reinando. Se convocan por redes sociales y así surgen nuevas formas de organizaciones tribales adolescentes en donde se nota la disociación y la distancia educativa y normativa entre las instituciones, las familias, las escuelas y el propio mundo adolescente. Ahí todo parece valer.­

 

Se ofrecen `aguantaderos' que son departamentos o casas -algunas tomadas y otras no - a cambio de transacción de objetos robados, se facilitan armas, `facas' y ahí también parece valer todo. Algunos mueren en el intento de desafiar las leyes de la naturaleza, ya que hay corazón, cerebro y otros órganos que explotan ante el sobreesfuerzo al cual se los expone. Los cadáveres no son personas y muchos quedan en `volquetes' que levantarán los recolectores de basura (situación que he escuchado varias veces en los consultorios y que muestra que el hombre es un ser sagrado que ha quedado convertido en descartable como una basura). Esto sucede y no basta ir a Rosario; muchas plazas capitalinas y densos circuitos del conurbano pasan por estas escenas de crueldad humana y de desprecio por la vida. El silencio debe ser total porque la cultura `woke' (cancelación de lo que no es políticamente correcto) triunfa y propagandea el uso de drogas, ocultándose la muerte anticipada de muchos o la dementización de miles.­

 

Lo anuncia en un reportaje a un medio el maestro en medicina, Luis Chiozza: `La pandemia de locura recién empieza: contacto personal, contacto emocional y sentirnos parte de una tarea en común (distanciamiento social), que eso parece haberse perdido''. ``...Si falta todo esto es como si le faltaran vitaminas al ser humano'', dijo.­

 

Este malestar existencial nos deja sin sentido de vida que es la brújula de la existencia y ahí aparece la huida ante la angustia y el vacío: las drogas están ahí, ofertadas, publicitadas y el Dios tecnológico tiene un límite (el nuevo mundo de los aparatos) y no llena el vacío de contenido vital.­

 

ANOMIA PRESTIGIADA­

 

A la vez, en este marco de anomia vemos cómo vuelven a aparecer enfermedades casi desterradas como la sífilis, la blenorragia y otras enfermedades de transmisión sexual. Si no hay límites, todo es `sí' y el sexo frenético es una realidad con una subcultura de usuarios de drogas recreativas que realizan actos sexuales de alto riesgo bajo la influencia de drogas.­

 

Ahí, la metanfetamina es clave para liberar, el cerebro queda en automático, sin ninguna traba racional y, por supuesto, también sin medidas profilácticas, todo con un gran número de compañeros sexuales. Es el llamado `chem-sex o sexdopaje', con múltiples laboratorios, como los encontrados en distintos puntos del país, que son proveedores. Estas sustancias se consumen por vía oral, intravenosa o esnifada. El viagra (aun en jóvenes) acompaña todo esto.­

 

El tusi (cocaína rosada), también llamada Nexus o Eros, se agrega a esta `parafernalia' de la muerte. Es un alucinógeno y un super estimulante, es una mezcla de LSD, éxtasis (la llamada droga del amor), cocaína y ketamina (potente disociativo). La excitación que genera en cuatro horas es enorme y el `químico de la muerte' que genera esto respondió a vendedores de prostitución de lujo en los inicios de la posmodernidad de los '70.­

 

Cuando llegan a la guardia nos encontramos que luego de estos raids de varios días de drogas y sexo sin límites aparecen cuadros psicóticos, el inicio de un cuadro esquizofrénico y el aumento de infecciones de transmisión sexual incluido el VIH y la Hepatitis C, además de cuadros de abstinencia en donde la droga no es solo lo añorado sino la `manada' como lo bestial perdido.­

 

Aparecen en estos fenómenos de las `manadas' las llamadas drogas de sumisión química que se utilizan para adormecer o anular la voluntad del partenaire: burundanga, ketamina, GHB. Otras se disuelven fácilmente en bebidas y son de pronta eliminación. En todo este contexto necesitamos leer contextualmente lo que nos sucede. Mientras más aumenta el consumo, ya en términos epidémicos, más hablamos del consumo recreativo, ignorando las consecuencias de estos usos en personas vulnerables (adolescentes, personas con trastornos severos de personalidad, crisis adolescentes e inmadurez cerebral). Ignoramos que el consumo hoy aparece desde los 12 años y está naturalizado. El 62 por ciento de nuestros pacientes tiene familiares en carrera de consumo y el 12 por ciento se inició con algún familiar significativo.­

 

Los paradigmas culturales estimulan el consumo en lugar de prevenirlo. Además de la lectura contextual debemos hacer una lectura del sujeto de la adicción y de sus victimarios. Así, aparecen con fuerza las llamadas personalidades antisociales (dealers, `transas', gerenciadoras del sexo VIP, distribuidores, etc.).­

 

Juan Alberto Yaría

* Director general de Gradiva - Rehabilitación en adicciones

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