Carta del Papa Benedicto XVI a los
obispos de lengua alemana
¡Excelencia! ¡Venerado,
querido señor arzobispo!
Durante su visita del
15 de marzo de 2012, me hizo saber que, en relación a las palabras “pro multis”
en el canon de la Misa ,
aún no existe un consenso entre los obispos de lengua alemana. Ahora parece
existir el peligro de que, con el próximo y esperado lanzamiento del
“Gotteslob” (“Libro de oraciones”), algunos lugares de lengua alemana mantengan
la traducción “por todos”, aunque la Conferencia de los Obispos de Alemania ha
concordado en usar el “por muchos”, como desea la Santa Sede. Yo le
había prometido que me pronunciaría por escrito sobre esta seria cuestión para
evitar una división en nuestro más íntimo lugar de oración. La carta, que por
medio de usted envío a los miembros de la Conferencia Episcopal
Alemana, también será enviada a los otros obispos de lengua alemana.
Permítame, en primer
lugar, decir algunas palabras sobre el origen del problema. En los años
sesenta, cuando el Misal Romano fue traducido al alemán bajo la responsabilidad
de los obispos, hubo un consenso exegético de que las palabras “muchos” y
“mucho” encontradas en Is. 53, 11 en adelante, era una expresión hebrea que
indicaría a la comunidad, a “todos”. La palabra “muchos” en la narración de
Mateo y de Marcos también fue considerada un semitismo que debía ser traducido
como “todos”. Esto también tenía relación directa con el texto latino que sería
traducido, en el cual el “pro multis” en las narraciones del Evangelio se
refería a Isaías 53 y debía, por lo tanto, ser traducido como “por todos”. Este
consenso exegético se desmoronó, ya no existe. En la traducción alemana de la Sagrada Escritura ,
la narración de la Última Cena dice: “Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza , que se derrama
por muchos” (Marcos 14, 24; Cf. Mt. 26, 28). Esto indica algo muy importante:
el cambio del “pro multis” a “por todos” no fue una traducción pura, sino una
interpretación que fue y sigue siendo muy razonable, pero ya es más que
traducción e interpretación.
Esta mezcla de
traducción y de interpretación pertenece, en retrospectiva, a los principios
que, inmediatamente después del Concilio, guiaron la traducción de los libros
litúrgicos a la lengua vernácula. Se entendió hasta qué punto la Biblia y los textos
litúrgicos estaban ausentes del lenguaje y del pensamiento del hombre moderno,
de modo que aún traducidos permanecían ampliamente incomprensibles a los
participantes del culto divino. Hubo un nuevo empeño para que los textos
sagrados fuesen revelados, en las traducciones, a los participantes de la
celebración, pero aún así se mantenían alejados de su mundo, e incluso así
sería todavía más visible ese alejamiento. No sólo se sentía justificados sino
obligados a mezclar la interpretación en la traducción para que, de ese modo,
se acortara el camino para las personas, cuyas mentes y corazones podrían ser
alcanzados a través de esas palabras.
Hasta cierto punto,
el principio de una sustancial pero no necesariamente justificada traducción
literal de los textos-fuentes permanece. Cuando yo rezo las oraciones
litúrgicas en diversas lenguas, noto que frecuentemente es difícil encontrar un
término medio entre las diversas traducciones y que el texto base subyacente
muchas veces permanece visible sólo cuando es visto desde lejos. A esto se
suman las socavantes banalizaciones que son verdaderas pérdidas. A causa de
eso, a través de los años, se ha vuelto cada vez más claro para mí que el
principio de la equivalencia estructural, pero no literal, en cuanto regla de
traducción, tiene sus límites. Siguiendo estos razonamientos, la Instrucción de
traducción Liturgiam authenticam, publicada por la Congregación para el
Culto Divino el día 28 de marzo de 2001, volvió a colocar la traducción literal
en primer plano, pero, es claro, sin imponer un vocabulario único. La
importante idea que se encuentra en la base de esa instrucción ya se encuentra
expresada en la distinción entre traducción e interpretación, como escribí
anteriormente. Esto es necesario tanto para la Palabra de las Escrituras
como para los textos litúrgicos. Por un lado, la Palabra sagrada debería,
si es posible, presentarse a sí misma, incluso con la extrañeza y las preguntas
que ella contiene en sí misma; por otro lado, a la Iglesia fue confiada la
misión de interpretar, dentro de los limites de nuestro entendimiento, la Buena Noticia que el
Señor quiso que recibiésemos. Una traducción empática tampoco puede sustituir
la interpretación: forma parte de la estructura de la Revelación que la Palabra de Dios sea leída
en la comunidad interpretativa de la
Iglesia , que la fidelidad y la comprensión sean combinadas. La Palabra debe existir como
ella misma, en su propia forma, aunque resulte extraña; la interpretación debe
ser medida por la fidelidad a la propia Palabra, pero, al mismo tiempo, ser
accesible al oído moderno.
En este contexto, la Santa Sede decidió que
en la nueva traducción del Misal las palabras “pro multis” deben ser traducidas
en cuanto tales y no, al mismo tiempo, ser interpretadas. La simple traducción
“por muchos” debe reemplazar a la interpretativa “por todos”. Me gustaría
destacar que tanto en Mateo como en Marcos no tiene artículo, de modo que no es
“por los muchos” sino “por muchos”. Teniendo entendido, como espero, la
decisión fundamental sobre la ordenación de la traducción y de la
interpretación, soy consciente de que esto representa un desafío enorme para
todos los que tienen la misión de interpretar la Palabra de Dios en la Iglesia. Siendo
que, para los fieles regulares, esto parecerá, casi inevitablemente, una
ruptura en el corazón de aquello que es más sagrado. Preguntarán: ¿Cristo no
murió por todos? ¿La Iglesia
cambió su enseñanza? ¿Esto es posible y puede permitirse? ¿Esta es una reacción
contra la herencia del Concilio? Todos sabemos, por la experiencia de los
últimos 50 años, cuán profundamente los cambios en las formas y en los textos
litúrgicos afectan a las personas; cuánto un cambio en un texto tan central
afecta a las personas. Si bien este es el caso, desde hace tiempo se sostuvo
que la traducción de “muchos” debe ser precedida por una profunda catequesis
sobre la diferencia entre traducción e interpretación, una catequesis en la
cual los obispos deben informar a sus sacerdotes que, a su vez, deben explicar
de forma clara a los fieles de qué se trata esta cuestión. Esta catequesis es
un requisito básico antes de que la nueva traducción entre en vigor. Por lo que
sé, tal catequesis todavía no fue hecha en las zonas de lengua alemana. La
intención de mi carta, queridos hermanos, es pedir urgentemente que esta
catequesis sea establecida, para que entonces sea discutida con los sacerdotes
e inmediatamente ponerla a disposición de los fieles.
Esta catequesis debe
explicar, en primer lugar, por qué después del Concilio la palabra “muchos” fue
traducida por “todos” en el Misal: para expresar claramente la universalidad de
la salvación deseada por y a través de Jesús. Esto lleva a la siguiente
pregunta: si Jesús murió por todos, ¿por qué las palabras de la Última Cena
dicen “por muchos”? Por otra parte, Jesús, de acuerdo con Mateo y Marcos, dijo
“por muchos”, pero de acuerdo con Lucas y San Pablo, dijo “por vosotros”. Este
hecho estrecha todavía más la cuestión. Pero, a partir de aquí, también podemos
llegar a una solución. Los discípulos saben que la misión de Jesús los
trasciende a ellos y a su círculo íntimo; que Él ha venido para reunir a todos
los hijos de Dios dispersos (conforme Jn. 11, 52). Este “por vosotros” vuelve
la misión de Jesús muy concreta para los presentes: ellos no son un elemento
anónimo de una amplia totalidad, sino que todos saben que el Señor murió
particularmente por mí, por nosotros. “Por vosotros” alcanza al pasado y al
futuro; yo fui nombrado muy personalmente; nosotros, que estamos aquí, somos
conocidos personalmente por Jesús. En este sentido, “por vosotros” no es una
reducción sino una especificación que es válida para cada comunidad que celebra
la Eucaristía ,
que se une a sí misma al amor de Cristo. En las palabras de la consagración, el
Canon Romano unió las dos lecturas bíblicas y se lee: “por vosotros y por
muchos”. En la reforma litúrgica, esta fórmula fue llevada a todas las
plegarias.
Pero, nuevamente:
¿por qué “por muchos? ¿El Señor no murió, entonces, por todos? El hecho de que
Jesucristo, en cuanto Hijo de Dios encarnado, es el Hombre para todos los
hombres, el nuevo Adán, pertenece a las certezas básicas de nuestra fe. Me
gustaría recordar solamente tres pasajes de la Escritura : Dios entregó
a Su Hijo “por todos nosotros”, escribe Pablo en la Carta a los Romanos (Rom. 8,
32). “Uno solo murió por todos”, dice San Pablo en la segunda Carta a los
Corintios, sobre la muerte de Jesús (1Cor 5, 14). Jesús “se entregó a sí mismo
para rescatar a todos”, dice la primera carta a Timoteo (1Tim 2, 6). Pero
entonces podemos preguntarnos nuevamente: si todo esto está claro, ¿por qué,
entonces, la plegaria eucarística dice “por muchos”? Bien, la Iglesia tomó esta
formulación de la narrativa de la institución del Nuevo Testamento. Ella lo
hace por respeto a la Palabra
de Jesús, para permanecer fiel a Él también en la Palabra. El respeto
por la Palabra
de Jesús es la razón para la formulación de la oración. Pero entonces nos
preguntamos: ¿por qué el propio Jesús dijo así? El verdadero motivo para esto
es que Jesús, de esta forma, se reveló como el siervo de Dios de Is. 53, se
identificó según la forma que la palabra del profeta esperaba. Respeto de la Iglesia por la Palabra de Jesús,
fidelidad de Jesús a la
Palabra de las Escrituras: en esta doble fidelidad se
encuentra la base sólida para la fórmula “por muchos”. En esta cadena de
fidelidad reverente se encuentra la traducción literal de la Palabra de las Escrituras.
Como hemos dicho
anteriormente, el “por vosotros” en la tradición lucana-paulina no restringe,
sino que especifica, de modo que podemos afirmar que la dialéctica de “muchos”-
“todos” tiene su propio significado. “Todos” existe en un nivel ontológico – el
ser y la acción de Jesús incluye a toda la humanidad, pasada, presente y
futura. Pero, de hecho, en la comunidad concreta de aquellos que celebran la Eucaristía , se trata
solamente de “muchos”. De este modo, podemos ver un triple significado en el
ordenamiento de “muchos” y de “todos”. En primer lugar, debería significar para
nosotros, que podemos sentarnos a Su mesa, sorpresa, alegría y gratitud por el
hecho de que Él nos ha llamado, de que estamos con Él y podemos conocerlo. “Doy
gracias al Señor, porque inmerecidamente me ha llamado a su Iglesia…”. En
segundo lugar, es también una responsabilidad. Cómo el Señor alcanza a los
otros - “todos” –, a su modo, sigue siendo un misterio. Pero, sin duda, es una
responsabilidad ser llamado por Él y para Su mesa, de modo que yo pueda oír:
por ti, por mí, Él ha sufrido. Los muchos tienen una responsabilidad por todos.
La comunidad de los muchos debe ser la luz en los candeleros, la ciudad en la
cima de las colinas, levadura para todos. Es un llamado que se aplica a todos
personalmente. Los muchos, que somos nosotros, deben conscientemente practicar
su misión en responsabilidad por la totalidad. Finalmente, podemos añadir un
tercer aspecto. En la sociedad moderna, tenemos la impresión de que estamos
lejos de ser “muchos”, sino bien pocos – un pequeño número que continuamente
disminuye. Pero no - nosotros somos “muchos”: “Después de esto, vi una enorme
muchedumbre, imposible de contar, formada por gente de todas las naciones,
familias, pueblos y lenguas”, nos dice el Apocalipsis de Juan (Ap. 7, 9). Somos
muchos y representamos a todos. De esa manera, ambas palabras, “muchos” y
“todos”, van juntas y se relacionan entre sí en la responsabilidad y en la
promesa.
¡Excelencia, amados
hermanos obispos! Con todo lo escrito anteriormente, deseaba indicar el
contenido básico de catequesis que debe preparar, y cuanto antes, a sacerdotes
y laicos, para la nueva traducción. Espero que todo esto pueda servir para una
celebración más profunda de la
Eucaristía y se convierte en parte de la gran tarea que
tenemos por delante en el Año de la Fe. Espero que esta catequesis sea pronto
presentada para convertirse en parte de una renovación litúrgica por la cual el
Concilio trabajó desde su primera sesión.
Con mis bendiciones
pascuales, permanezco en el Señor,
Benedictus PP XVI
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo
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