el cisma ha empezado
P. Santiago Martín
Infocatólica,
12/03/23
Los historiadores
suelen situar el inicio del cisma de Lutero en el momento en que éste clavó sus
95 tesis contra las indulgencias en la puerta de la iglesia de Todos los Santos
de Wittemberg. Era el año 1517 y Lutero aún tardó cuatro años en ser
excomulgado. Cuatro años que, también según los historiadores, fueron excesivos
y que le permitieron fortalecerse y dieron la oportunidad a su herejía de
extenderse por Europa. Lo que acaba de ocurrir este fin de semana en
Alemania, puede ser considerado también como el principio de un nuevo cisma,
mucho más peligroso y grave aún que el de Lutero.
Ha concluido ya el
Sínodo alemán. No ha habido ni el más mínimo intento por parte de sus
promotores por acercar posiciones con las de la Iglesia católica. Al contrario.
De forma consciente han ido al choque. Lo han hecho usando métodos
dictatoriales, como prohibir el voto secreto, para impedir que votaran en
contra los obispos que no estaban de acuerdo con lo que se iba a aprobar; claro
que podían haberlo hecho -unos pocos lo hicieron-, pero los que se abstuvieron
tenían miedo a sufrir el acoso que los “tolerantes” infringen a los que no
están de acuerdo con ellos.
Han aprobado,
entre otras cosas, pedir el fin del celibato sacerdotal, la celebración de
bautizos y bodas, así como la predicación de las homilías, por laicos
(entiéndase sobre todo por laicas). Han aprobado la bendición de parejas
homosexuales y de todo tipo de parejas que no estén casadas. Han aprobado la ideología de género, aceptando que
el sexo de la persona no tiene nada que ver con su biología, sino que es una
cuestión ligada a su voluntad y, por si fuera poco, cambiante todas las veces
que lo permita la ley civil. Como consecuencia, han aprobado que las mujeres
que se sienten o dicen sentirse hombres -los transexuales- puedan ser ordenadas
sacerdotes, lo cual implicaría de hecho la existencia de sacerdotisas, pues no
sólo estos “sacerdotes” serían físicamente mujeres, sino que, una vez llegados
al sacerdocio, podrían decir que vuelven a sentirse mujeres. Usando las
palabras de uno de los pocos obispos alemanes que han decidido seguir siendo
católicos, por mucho menos que todo esto se acaba de producir un cisma dentro
de la Iglesia anglicana y eso que en la Iglesia anglicana se puede ser de todo
y creer en todo, con tal de que no te metas en lo que hacen o creen los demás.
Previendo todo
esto y, sin duda, con la información de que iba a ocurrir lo que ha ocurrido,
el Papa hizo pública a principios de semana la composición del nuevo Consejo de
cardenales que le asesorarán en el gobierno de la Iglesia. Lo más llamativo fue
que dejó fuera de él al cardenal Marx, arzobispo de Münich. Es verdad que
incluyó a otro cardenal -Hollerich, de Luxemburgo- que sostiene tesis parecidas
a las de los alemanes en algunos puntos, pero la eliminación de Marx era una
señal de que no le gustaban ni sus consejos ni sus hechos. A los alemanes les
ha traído sin cuidado esa advertencia del Papa. Están dispuestos a llevar a la
práctica lo que han aprobado, sin modificar una coma. Algunas cosas serán de
efecto inmediato y otras tardarán un poco más. Pero hacerlo, lo van a hacer.
Es el Papa y sólo
él quien tiene la responsabilidad histórica de intervenir cuanto antes. Él es
el único que tiene el ministerio petrino. Ya no es suficiente con que algunos de los ministros
del Pontífice de más alto nivel -como los cardenales Parolín o Ladaria-
intervengan. Hacen falta decisiones claras y prohibiciones expresas, de forma
que quede muy claro que el obispo que aplique las medidas aprobadas por el
Sínodo queda automáticamente destituido. El tiempo que se perdió con Lutero no
puede perderse ahora. Si no se toman medidas, lo ocurrido en Alemania se
extenderá por el mundo y no tardarán norteamericanos, belgas, suizos e incluso
latinos en hacer lo mismo, pues se interpretará la pasividad del Vicario de
Cristo como un permiso tácito. ¿Qué harán los cardenales y obispos que no están
de acuerdo, por ejemplo, con la existencia de sacerdotisas transexuales cuando
éstas existan? ¿Qué harán los fieles? ¿Todo el mundo callará como si no pasara
nada? ¿Hasta ese punto de pasividad habremos llegado? Hay que seguir
rezando, pero ahora hace falta algo más que rezar.
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