sobre los ataques a la Iglesia y cómo
enfrentarlos
(ACIPrensa/InfoCatólica)
4-2-23
En las Memorias
biográficas del santo de la alegría, San Juan Bosco, se registra cómo una vez,
hace más de 160 años, tuvo un sueño en el que visualizó a la Iglesia Católica
siendo perseguida y atacada, mientras un Papa fallecía a golpes en el intento
de llevar a los fieles a un lugar con protección.
Las memorias
narran que, al despertarse, reunió a sus jóvenes y les contó todo lo que vio en
su sueño; además, dio importantes consejos para contrarrestar este tipo de
ataques contra los cristianos.
Sobre su sueño,
relató haber estado sobre una roca avistando el mar, cuando aparecieron varios
barcos armados con cañones, rifles y hasta libros, que iban en camino a atacar
a otra nave enorme y majestuosa.
Esta otra nave
también tenía una flota aliada detrás de ella siguiendo todas sus órdenes para
defenderse de los contrincantes. Sin embargo, tenían muchos más inconvenientes
pues el sentido del viento iba en su contra, y el mar estaba muy agitado.
En ese momento,
entre ambas flotas crecieron del agua dos columnas robustas; una de ellas tenía
en su cúspide a la Inmaculada Concepción, con un letrero en sus pies donde
estaba escrito «Auxilio de los cristianos», y la otra tenía a una
resplandeciente Hostia con un cartel con la frase «Salvación de los creyentes».
Después, pudo
identificar al comandante de la nave más grande: era el Santo Padre, quien
llamó rápidamente a los pilotos de los barcos de apoyo y les pidió consejo al
ver los fuertes ataques de los enemigos.
Antes de volver a
sus barcos, los pilotos se reunieron con el Papa y le aconsejaron.
Volvieron a
reunirse cuando las aguas se calmaron. Sin embargo, el clima enfureció
rápidamente una vez más y el Papa tuvo que llevar su barco hacia las dos
columnas. Aunque las otras naves intentaron detenerlo, no lo lograron, y el
Santo Padre mantuvo su rumbo.
En este punto, los
contrincantes ya no tenían municiones, de modo que comenzaron a atacar con
puños, maldiciones y blasfemias. Fue así que lograron golpear gravemente al
Papa, llevándolo a su muerte.
Al darse cuenta de
esto, celebraron intensamente y armaron todo un alboroto de júbilo en la flota.
Sin embargo, los
pilotos resolvieron actuar rápido: se reunieron, escogieron a un nuevo Papa y
emprendieron la marcha otra vez. El nuevo sucesor de Pedro logró colocar la
nave principal al centro de las 2 columnas y, entre todos, la ataron a ellas
con cadenas.
En ese momento,
los barcos enemigos fueron destruidos y dispersados, y las naves que habían
estado apoyando al papa lograron engancharse también. Finalmente, la tormenta
se convirtió en una gran calma.
San Juan Bosco, al
terminar el relato, le preguntó al padre Rúa, quien se encontraba presente en
ese momento: «¿Qué piensas de esta historia?», a lo que el sacerdote le
responde que, según su analogía, la nave del Papa representaba la Iglesia; los
barcos, los hombres; el mar, el mundo en el que vivimos y los enemigos,
aquellos que intentan debilitar y disolver la Iglesia con todo tipo de ataques.
«Dijiste bien», le
dijo Don Bosco. Aunque no hicieron ningún comentario sobre el Papa que
falleció, Bosco resaltó que las naves enemigas son las persecuciones, y que le
esperaban serios problemas a la Iglesia.
El santo de los
jóvenes concluyó: «¡Solo quedan dos medios para salvarse en tal confusión!
Devoción a María Santísima, asistir a la Comunión», Por ello, nos corresponde
«usar todos los medios y hacer nuestro mejor esfuerzo para practicarlos y hacer
que se practiquen en todas partes y por todos».
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