
jueves, 12 de diciembre de 2019
¿Ha cambiado la misión de la Iglesia?
viernes, 29 de noviembre de 2019
El Papa autoriza decretos
para un nuevo santo y 19
beatos, entre ellos 17 mártires
Aica, 29 Nov 2019
El papa Francisco recibió el
28 de noviembre al prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos,
cardenal Angelo Becciu, y autorizó la promulgación de nuevos decretos que darán
a la Iglesia 1 nuevo santo, 19 beatos -16 de los cuales son mártires de la
Guerra Civil española y 1 asesinado por odio a la fe en Polonia- y el
reconocimiento de las virtudes heroicas de 6 siervos de Dios.
El Papa reconoció el milagro
realizado por la intercesión del beato Luigi María Palazzolo, sacerdote,
fundador de las Hermanas de los Pobres – Instituto Palazzolo, por lo que será
proclamado santo. Nació el 10 de diciembre de 1827 en Bérgamo (Italia) y murió
allí el 15 de junio de 1886. Será declarado santo.
Beatos y mártires
El pontífice también
reconoció el milagro atribuido a la intercesión del venerable Siervo de Dios
Olinto Marella, sacerdote diocesano. Nació el 14 de junio de 1882 en
Pellestrina (Italia) y murió el 6 de septiembre de 1969 en San Lazzaro di
Savena (Italia).
Asimismo, el milagro
atribuido a la intercesión del venerable Siervo de Dios Giuseppe Ambrosoli, un
sacerdote profeso de los Combonianos Misioneros del Corazón de Jesús: Nació en
Ronago (Italia) el 25 de julio de 1923 y murió el 27 de marzo de 1987 en Lira
(Uganda).
Francisco autorizó el
reconocimiento del martirio de los Siervos de Dios Gaetano Giménez Martín y 15
compañeros, sacerdotes y laicos, asesinados por odio a la fe, durante la guerra
civil en España, en 1936. También el martirio del Siervo de Dios Giovanni
Francesco Macha, sacerdote diocesano. Nació el 18 de enero de 1914 en Chorzów
(Polonia) y asesinado, por odio a la fe, en Katowice (Polonia) el 3 de
diciembre de 1942.
Virtudes heroicas
El Papa reconoció las
virtudes heroicas de los siervos de Dios:
-Ovidio Charlebois, de la
Congregación de los Oblatos Misioneros de María Inmaculada, obispo titular de
Berenice, vicario apostólico de Keewatin. Nació el 17 de febrero de 1862 en Oka
(Canadá) y murió el 20 de noviembre de 1933 en Le Pas (Canadá).
-Michael Wittmann, obispo
titular de Miletopoli y auxiliar de Ratisbona; nació el 22 de enero de 1760 en
Finkenhammer (Alemania) y murió el 8 de marzo de 1833 en Regensburg (Alemania).
-Olinto Fedi, sacerdote
diocesano, fundador de la Congregación de las Hermanas Franciscanas de la
Inmaculada Concepción. Nació el 3 de octubre de 1841 en Signa (Italia) y murió
allí el 23 de enero de 1923.
-Giacomo Bulgaro, religioso
profeso de la Orden de los Frailes Menores Conventuales; nació el 29 de enero
de 1879 en Corticelle di Pieve (Italia) y murió el 27 de enero de 1967 en
Brescia (Italia).
-Giovanna Maria Battista
Solimani (siglo: Maria Antonia), Monaca, fundadora de las Monjas Romitas de San
Juan Bautista y de los Misioneros de San Juan Bautista. Nació el 12 de mayo de
1688 en Génova (Italia) y murió allí el 8 de abril de 1758.
-Ana de Jesús de Lobera
(siglo: Anna), una profesa monja de la Orden de los Carmelitas Descalzos. Nació
el 25 de noviembre de 1545 en Medina del Campo (España) y murió el 4 de marzo
de 1621 en Bruselas (Bélgica).+
martes, 26 de noviembre de 2019
martes, 12 de noviembre de 2019
Cardenal Burke:
«Se ha producido un colapso
de la autoridad magisterial central del Romano Pontífice»
El
cardenal estadounidense Raymond Burke ha concedido una entrevista a Ross
Douthat, del New York Times, en la que aborda su postura ante la deriva a la
que el papa Francisco está llevando a la Iglesia. El purpurado advierte que
aunque no piensa formar parte de ningún cisma, el propio Pontìfice lo
encabezaría si aprobara algo contrario a la Tradición en la exhortación sobre
el Sínodo para la Amazonia.
(NYT/InfoCatólica) 12-11-19
Extractos de la entrevista
de Ross Douthat al cardenal Burke:
Empecemos con un tema
personal, en lugar de con uno teológico. Cuénteme cómo llegó a ser sacerdote.
Bueno, crecí en una pequeña
vaquería en el campo de Wisconsin. Mis padres eran buenos católicos. Era una
cosa normal en aquellos tiempos: todos los niños pensaban alguna vez en ser
sacerdotes.
Cuando estaba en el segundo
curso de educación primaria, en 1955, a mi padre le diagnosticaron un tumor
cerebral canceroso y le operaron en la Clínica Mayo, pero realmente no había
mucho que pudieran hacer. Permaneció en casa durante los últimos meses de su
vida y un sacerdote solía venir a confesarle y traerle la Sagrada Comunión. En
aquellos días, cuando el sacerdote venía a una casa a dar la Comunión, iba a la
puerta y le recibía con una vela encendida. Tuvimos una pequeña procesión hasta
el dormitorio donde estaba mi padre en su lecho de enfermo y el sacerdote escuchó
la confesión de mi padre y después nos invitó a entrar para que estuviéramos en
el rito de la Sagrada Comunión. Esto me causó una tremenda impresión. Solo con
el correr de los años comprendí por completo el significado del sufrimiento y
la muerte de mi padre, pero en la medida en que un niño podía hacerlo entendí
lo que estaba sucediendo. Vi que este sacerdote traía lo que me parecía la
ayuda más importante para mi padre.
Así que la idea simplemente
fue creciendo en mí. Cuando estaba en octavo curso, pregunté a mi madre si
podía ir al seminario menor de la diócesis. Ella se preocupó un poco. Yo era el
más joven de seis hermanos, no era muy fuerte y el seminario era algo así como
una escuela militar. Pero me dijo que sí.
Volviendo al Santo Padre,
usted ha dicho que le han acusado de ser el enemigo del Papa. ¿Cree usted que
Francisco le considera un enemigo?
No lo creo. Nunca me lo ha
dicho. No me encuentro con él muy a menudo, pero cuando le he visto nunca me ha
regañado ni acusado de tener pensamientos o actitudes de enemistad hacia él.
Pero sí que le degradó.
Sí.
Sin embargo, desde el Sínodo
de la Familia, usted ha criticado acciones específicas y tendencias generales
de este pontificado.
Sigo diciendo que ese es mi
deber como cardenal. Siempre intenté hablar directamente con el Papa sobre
ello. No me gusta jugar con la gente y fingir que pienso una cosa cuando pienso
lo contrario. Nunca critico al Papa personalmente, pero cuando vi lo que me
pareció una dirección nociva de la Iglesia, cuando vi todo este debate en el
Sínodo de la Familia que cuestionaba los cimientos de la doctrina de la Iglesia
sobre la sexualidad, tuve que alzar la voz, porque era mi deber.
¿Cómo resumiría su crítica
de la forma en que el Papa está gestionando los debates que ha abierto?
Supongo que podría resumirse
así: se ha producido un colapso de la autoridad magisterial central del Romano
Pontífice. El Sucesor de Pedro desempeña una misión esencial de enseñanza y
gobierno y el Papa Francisco, en muchos sentidos, se ha negado a ejercer esa
misión. Por ejemplo, la situación en Alemania: la Iglesia Católica en Alemania
está en proceso de convertirse en una iglesia nacional, con prácticas que no
están en consonancia con la Iglesia universal.
El cisma nunca puede ser la voluntad
de Cristo. Cristo nunca puede querer que se produzca una división en su Cuerpo.
Hay gente que viene y me dice ‘Mire, cardenal, ya es hora, tenemos que hacer un
cisma’. Y yo les digo ‘No, no es posible. Nuestro Señor no puede querer eso y
yo no voy a formar parte de ningún cisma’.
¿Cree que Francisco es el
Papa legítimo?
Sí, sí. La gente me ha
presentado todo tipo de argumentos, cuestionando la elección del Papa
Francisco, pero yo le nombro cada vez que ofrezco la Santa Misa y le llamo Papa
Francisco. Para mí no son meras palabras. Creo que es el Papa. E intento
decírselo siempre a la gente, porque tiene usted razón: también yo he notado
que la gente cada vez responde de forma más extrema a lo que está pasando en la
Iglesia.
Sobre el Sínodo de la Amazonia
En relación al reciente
sínodo amazónico, el cardenal dice:
Si bien el documento final
es menos explícito en adoptar el panteísmo, no repudia las afirmaciones del
documento de trabajo que constituyen una apostasía de la fe católica.
El documento de trabajo no
tiene valor doctrinal, pero ¿qué pasaría si el Papa aprobase ese documento? La
gente dice que, si no lo aceptara, estaría en un cisma, pero yo mantengo que no
sería yo quien estaría en un cisma, porque el documento contiene elementos que se
apartan de la Tradición apostólica. Así que, en mi opinión, es el documento el
que es cismático, no yo.
Pero ¿cómo puede pasar eso?
Está dando a entender que, en ese caso, el Papa estaría a la cabeza de un
cisma.
Sí.
¿No contradice eso
profundamente la forma en que los católicos entienden el Papado?
Por supuesto, exactamente.
Es una contradicción completa. Y ruego que no suceda. Y, para ser sincero, no
sé cómo afrontar algo así. Hasta donde puedo ver, no hay ningún mecanismo en la
legislación universal de la Iglesia para afrontar una situación de ese tipo.
jueves, 7 de noviembre de 2019
La naturalización de lo antinatural
El
relativismo y el subjetivismo dominan en una especie de moral existencialista e
individualista, ajena a la dimensión social del ser humano. El favor oficial
promueve estas nuevas orientaciones culturales.
Monseñor Héctor Aguer
Infocatólica, 06/11/19
Uno de los datos
definitorios de la cultura que va imponiéndose globalmente es la negación del
concepto y la realidad de la naturaleza. Esta negación es de carácter
metafísico, con una proyección inmediata en la antropología, en la concepción
del hombre. El Diccionario de la Real Academia nos ilustra así: la naturaleza
es «la esencia y propiedad característica de cada ser». Según la nueva visión
de las cosas, no hay nada que sea dado, lo recibido, aquello que nosotros no
construimos y que constituye la identidad nativa de cuanto existe.
Precisamente, se llama constructivismo la teoría gnoseológica y sociológica que
afirma que la realidad -incluso el ser humano en su original bipolaridad de
varón y mujer- es producto de la evolución de la cultura, del ingenio y la
industria del hombre. En términos teológicos equivale a la negación de la
Creación, es una rebelión contra ella, no recibimos nada, ya que todo es fruto
del devenir histórico; lo hacemos nosotros.
El ejemplo más claro de esta
posición es la ideología de género, que altera íntimamente la realidad humana;
de acuerdo con esta ficción ideológica en la que culmina la revolución sexual
desarrollada en las últimas décadas y acelerada recientemente, no existe una
naturaleza de la persona varón y una naturaleza de la persona mujer. La famosa
feminista Simone de Beauvoir, en su libro «El segundo sexo», afirma que «mujer
no se nace, se hace»; más aún, según ella, la mujer sería un «producto
intermedio entre el macho y el castrado».
El reemplazo de «sexo» por
«género» se ha hecho corriente en el lenguaje, sobre todo por influjo de un
periodismo ignaro e ideologizado, y por quienes repiten como loros lo que se
pone de moda. Paradójicamente, en una época en la cual se diviniza al cuerpo y
se le rinde culto, también se lo desprecia y contradice; la realidad biológica
impresa en el cuerpo sería inconsistente. El género se elige según la
inclinación subjetiva y el cuerpo es acomodado a la percepción interior
mediante cirugía o ingesta de hormonas. Puede verse en internet un caso en el
cual la confusión llega a un extremo irrisorio -mueve más bien a llanto que a
risa- un hombre, que es en realidad una mujer, embarazado por una mujer, que en
realidad es un hombre. La exhibición filmada de conductas contra la naturaleza
alcanza un grado de perversión sorprendente para las personas normales en lo
que se llama «fisting»; por delicadeza me abstengo de explicar en qué consiste.
El «colectivo» que reúne a
personas cuyas conductas son hechas públicas y reivindicadas como derechos,
intenta que se reconozcan como naturales y legítimas múltiples combinaciones
caprichosas en nombre de la no discriminación. Cabe aquí una digresión sobre
este punto. El verbo «discriminar» tiene dos sentidos. El primero es positivo:
«separar, distinguir, diferenciar una cosa de otra»; al discriminar no se
infiere agravio ni trato de inferioridad a nadie; no es posible pensar ni
hablar sin discriminar. El segundo sentido designa una actitud inaceptable, ya
que todas las personas merecen ser respetadas, no deben ser víctimas de
desprecio y exclusión.
Los cristianos hemos de
rezar y hacer objeto de nuestro amor a quienes han sido absorbidos por la
manera de pensar y de vivir «contra naturam». Ahora bien, quienes niegan que
exista la categoría de lo natural, suelen acusar falazmente de discriminadores
a quienes afirman que existe una naturaleza humana de la cual se siguen
determinados comportamientos objetivos, que son los propiamente humanos. El
INADI funciona según este lamentable criterio. Quienes profesan la ideología de
género discriminan malamente a la única discriminación válida en este ámbito,
la que establece la distinción original recogida en las primeras páginas de la
Biblia: «Dios creó al ser humano a su imagen.. varón y mujer los creó» (Génesis
1, 27). La Sagrada Escritura asume un dato del sentido común: el varón, «ish»
en hebreo, es para la mujer, «ishshá», y viceversa (Génesis 2, 18. 21-25); sus
cuerpos ajustan el uno en el otro, y también sus almas.
Como ya se ha indicado, de
la naturaleza proceden los comportamientos acordes, que configuran un orden
propiamente humano, del que se siguen la ley natural y el derecho natural, que
ha sido expuesto por eminentes juristas. Que muchas personas incurran en comportamientos
antinaturales, no invalida la realidad objetiva. Para ser concretos, estas
afirmaciones que son -como se ha dicho- de dimensión metafísica, caben en un
argumento muy sencillo e irrefutable: el miembro viril no ha sido hecho para
introducirse en el ano de otro varón, y para ser succionado por este; si tal
cosa ocurre se frustra su finalidad, pues el semen, poblado de millones de
semillas de vida, tiene por destino la vagina de la mujer. Así puede juzgarse
de otras combinaciones antinaturales. Las conductas que encuentran sentido como
expresión física del amor se degradan en la búsqueda prevalente de un placer
egoísta, que Freud calificó acertadamente de perverso e impúdico.
La propaganda gay es
apabullante y va trastornando el cerebro de multitudes, de jóvenes
especialmente, que suelen razonar así: «yo no lo hago, personalmente no me
gusta, pero cada uno es libre de vivir como le parece; si les gusta, para ellos
es bueno». El relativismo y el subjetivismo dominan en una especie de moral
existencialista e individualista, ajena a la dimensión social del ser humano.
El favor oficial promueve estas nuevas orientaciones culturales. El presidente
de la Nación, hablando en una reunión de mujeres del G20 se jactó de haber
habilitado el debate sobre la legalización del aborto, y afirmó que en la
Argentina «rige transversalmente la perspectiva de género». Con todo respeto:
es probable que no sepa bien de qué se trata. La perspectiva es una manera de
ver o representarse las cosas desde un punto; en cambio, el discurso sobre el
género es una ideología, un conjunto completo de afirmaciones que pretende
interpretar reductivamente toda la realidad humana, y que reemplaza las
nociones de naturaleza y de sexo. No me pasó inadvertido este detalle: para la
reciente elección, la propaganda del partido o alianza oficial exhibía,
subrayando el nombre de la agrupación, una franja con los colores del arco
iris. ¿Un alarde de exquisitez estética, o un pícaro guiño al sector del
electorado que enarbola esos colores como bandera?.Otra ridiculez de la
política argentina: la izquierda asume las reivindicaciones de la burguesía,
¿sabrán qué piensan los pobres?.
Los medios de comunicación
son un factor principal en el intento de cambiar la mentalidad de la gente, a
pesar de que el uso anárquico de «las redes» altera un tanto el panorama, para
bien y para mal. Otras conductas destructivas son difundidas elogiosamente,
como si fueran lo normal, lo que ahora se acostumbra, lo natural. Por ejemplo,
se exponen a la curiosidad pública, con lujo de detalles y actualización
permanente, los amoríos fugaces de gente de la farándula. Basta desplegar la
Sección Espectáculos de algunos diarios, o conectarse con el demonio de la
mañana que anda suelto en un canal de televisión.
Otro de los principales
responsables: el showman con probables posibilidades políticas, que también
exhibe en el espectáculo la vida privada de sus bailarines, y promueve entre
ellos superficiales emparejamientos; que semejante engendro tenga buen «rating»
mide hasta qué nivel hemos caído. No voy a acudir, para explicar este amplio
fenómeno, a una teoría de la conspiración, pero -insisto- tales hechos revelan
la dimensión de la decadencia cultural en la que se ha precipitado nuestra
sociedad. Si argumentamos que también ocurre en otros lugares, podríamos
aplicarnos el refrán: «mal de muchos, consuelo de tontos».
Por fortuna, gracias a Dios,
queda gente que se sobrepone a semejante desmadre. La naturaleza vuelve por sus
fueros, como en algunos casos de hombres convertidos en mujeres, a fuerza de
aplicaciones hormonales; con el tiempo asoman pertinazmente rasgos de la
virilidad. Así también, no se podrá abolir totalmente la realidad; muchas
familias «normales» -padre, madre, hijos, matrimonios que duran para siempre-.
en silencio, no sin luchas, van edificando el futuro de una sociedad digna de
la condición humana.
Finalmente, remito a los
lectores a mi artículo «Su dios es el vientre», publicado en InfoCatólica el 22
de mayo pasado, del cual esta nota es continuación y complemento. Aunque
todavía queda mucho por decir.
+ Héctor Aguer, arzobispo
emérito de La Plata
sábado, 2 de noviembre de 2019
Oración por el Papa
Autor: Santiago MARTÍN,
sacerdote
Católicos-on-line, noviembre
2019
El año 2010 fue un “annus
horribilis” para el Papa Benedicto XVI. Los medios de comunicación liberales,
que son la inmensa mayoría, se pusieron de acuerdo para pedir su dimisión,
alegando que no había actuado don diligencia contra algunos sacerdotes
pederastas. La inmensa mayoría de los católicos calló y fuimos muy pocos los
que alzamos la voz en defensa del Papa. Entre otras cosas, puse en marcha una
vigilia mensual de oración por el Papa, en la que además de rezar meditábamos
sobre textos del Pontífice.
Cuando en 2013 presentó la
dimisión, antes de saber quién iba a ser el sucesor, pedí a todos que no se
volviera a repetir lo sucedido y que nunca más dejáramos sólo al Pontífice ante
los ataques que previsiblemente iban a tener lugar. Por eso, los franciscanos
de María hemos seguido haciendo las vigilias de oración por el Papa. Además, ha
sido y es una característica del actual vicario de Cristo pedir que se rece por
él.
Ante la grave situación que
vivimos, con una confusión como no se producía desde hace siglos, he pensado
que hay que intensificar la oración por el Vicario de Cristo. Me ha gustado
mucho una que ha compuesto un religioso dominico, Fray Nelson Medina, al que no
conozco personalmente, pero al que leo con gusto. Espero que no le moleste que
difunda una parte de su oración. Dice así:
“Señor Jesucristo, apelando
a tu Sagrado Corazón y a la eficaz intercesión de tu Santísima Madre, que ha
sido saludada como Madre de la Iglesia, esto te pedimos para el Papa Francisco:
- Que tus Llagas Santas,
Jesús, no se aparten de sus ojos; que simplemente no pueda olvidar el precio de
amor que has pagado para que el demonio sea derrotado, los ídolos derribados,
la muerte vencida, el pecado perdonado, y se abran las puertas de la gloria
eterna a quienes creen y confiesan la fe.
- Que sus oídos sientan una
alarma fuerte cada vez que las trampas del enemigo quieran persuadirlo de
mezclar las aprobaciones del mundo o las presiones de la sociedad con la
grandeza y pureza del Mensaje de Salvación que tú le has encomendado como
Sucesor de Pedro.
- Que su boca reciba una
gracia renovada, de modo que su palabra, apartándose de toda ambigüedad,
defienda con claridad la sana doctrina, mientras sigue llamando a todos a la
unidad en Cristo, para la gloria de Dios Padre.
- Que sus pies se orienten
sin cesar hacia tu gloria, Jesús: buscándote en el silencio del Sagrario;
reconociéndote en el testimonio de las Escrituras; predicando tu Evangelio con
palabra diáfana y ardiente; y siempre sirviéndote, especialmente en los más
pobres, es decir, los que menos saben de ti, Señor, puesto que no hay mayor
miseria que ignorar cuál Dios nos ha amado tanto.
- Que su mente reciba una
gracia singular del Espíritu Santo para reconocer y discernir, según el carisma
propio de San Ignacio de Loyola, cuáles inspiraciones son de Dios, cuáles
vienen de los intereses puramente humanos y mundanos, y cuáles tienen su raíz
en el espíritu de las tinieblas, que ronda buscando a quién devorar.
- Que sus manos realicen
cada vez mejor la labor de cuidar el rebaño tuyo, Jesucristo, de modo que sea
físicamente incapaz de firmar o apoyar lo que ensucia, confunde, degrada o
niega la fe, la que defendieron los mártires, y en cambio tenga pulso firme
para guiar el timón y conducir de nuevo la nave de la Iglesia a su ruta propia,
más allá de los escollos e intereses de este mundo que pasa.
- Y finalmente, te pedimos,
Señor Jesús, que el corazón del Papa sea sumergido en el fuego de tu propio
Corazón, de modo que pueda corregirse de sus faltas, ya que todos las tenemos,
y pueda predicarnos con fuerza y mucha luz sobre las raíces de nuestros
pecados, y de los males que hoy se ciernen sobre la Tierra”.
Recemos por el Papa. Y esto
lo pido a todos. También a los que no les gusta lo que está haciendo. No le
dejemos solo, como muchos hicieron con Benedicto XVI. Si defendemos la fe
católica contra sus enemigos es porque creemos en ella y, si creemos en ella,
debemos creer en el poder de la oración. Los otros, los que quieren cambiarla,
ya no creen. Ese es su problema y su desgracia. No caigamos nosotros en la
misma trampa. Recemos, hablemos con amor cuando hay que hablar, aunque nos
cueste el honor y la vida y, sobre todo, confiemos en Dios y en su divina
misericordia.
viernes, 25 de octubre de 2019
Mons. Azcona
"En el Vaticano se han
hecho escandalosos sacrilegios demoníacos"
Católicos-on-line, octubre
2019
Mons. José Luis Azcona
Hermoso, obispo emérito de la prelatura de Marajó, en el estado de Pará,
aseguró en relación a los ritos indígenas realizados durante el Sínodo que:
«Lo que está sucediendo
refleja de manera negativa los principios teológicos y pastorales presentes en
el Instrumentum laboris - aseguró -. Me refiero a lo que ha sucedido y que
muchos hermanos han visto y saben, pero para lo cual se necesita el
discernimiento del Espíritu Santo, ese que tanto menciona nuestro querido Papa
Francisco. Y debemos distinguir lo que proviene del diablo o de la mente
humana, de lo que proviene del Espíritu Santo. Este discernimiento es
fundamental para pertenecer a la Iglesia y mucho más para evangelizar».
El prelado hizo referencia a
un encuentro realizado en Brasilia por la REPAM, previo al Sínodo, el pasado
mes de junio, y durante el cual se llevaron a cabo varios «rituales indígenas
con invocaciones y oraciones en las que también participaron algunos obispos».
Luego mencionó la ceremonia realizada en el Vaticano.
«Son cuestiones
fundamentales y aquí en la Amazonía sabemos el significado de Macumba o de
Condomblè (son ritos mágicos y maldiciones, provenientes del noreste de Brasil
y del estado de Bahía), las cuales son frecuentes aquí», dijo al final de su
sermón, que duró más de 45 minutos.
En su homilía el obispo
Azcona afirmó que «estas celebraciones dependen de los espíritus que se evocan
y es evidente que esto es brujería, de la cual nos advierte la carta de San
Pablo a los Gálatas, en el capítulo V, versículo 29, cuando denuncia el pecado
de la idolatría que es incompatible con el Evangelio y con la misión».
Azcona también puso en
guardia sobre el culto a la Pachamama y a la Madre Tierra «que fue venerada en
el Vaticano. Son diosas como Cibeles (de la antigüedad clásica) o como la diosa
Astarté adorada en Babilonia, ambas expresan la fertilidad de la mujer. La
invocación de las estatuillas frente a las cuales incluso algunos religiosos se
han inclinado en el Vaticano (y no digo la congregación a la que pertenecen...)
es la invocación de un poder mítico, el de la Madre Tierra, al que se piden
bendiciones para la humanidad o gestos de gratitud. Son escandalosos
sacrilegios demoníacos, especialmente para los pequeños que no saben
discernir».
Luego, a modo de conclusión,
dijo:
«La madre tierra no debe ser
adorada porque todo, incluso la tierra, está bajo el dominio de Jesucristo. No
es posible que existan espíritus con un poder igual o mayor que el de Nuestro
Señor o que el de la Virgen María».
Y, arrancando un aplauso de
los fieles, reiteró que «la Pachamama no es y nunca será la Virgen María. Decir
que esa estatua representa a la Virgen es una mentira. Ella no es la señora de
la Amazonía porque la única señora de la Amazonía es María de Nazaret. No
hagamos mezclas sincretistas. Todo esto es imposible: la Madre de Dios es la
Reina del Cielo y de la tierra».
sábado, 12 de octubre de 2019
Una luz para hoy
OBSERVATORIO INTERNACIONAL
CARDENAL VAN THUÂN
SOBRE LA
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA:
BOLETÍN
Nº
1032 10/10/2019
Benedicto XVI en Aparecida
Puede ser muy útil,
mientras se desarrolla el Sínodo de la Amazonia, releer el Discurso de
Benedicto XVI en la Inauguración de la V Conferencia de los Obispos
Latinoamericanos y del Caribe en Aparecida el 13 de Mayo del 2007.
Lo primero que se
observa es una visión providencial y cristiana del proceso de evangelización de
aquel continente. “¿Qué ha significado la aceptación de la fe cristiana por los
países de América Latina y del Caribe?” se preguntaba el Papa y respondía “Para
ellos ha significado conocer y acoger a Cristo… ha significado también haber
recibido, con las aguas del Bautismo, la Vida Divina que los ha hecho Hijos de
Dios por adopción; haber recibido, además, el Espíritu Santo, que ha venido a
fecundar la cultura de ellos, purificándola”. De una manera diversa de las
tesis que presentan la evangelización como un fenómeno de violenta conquista,
Benedicto XVI aclaraba que “El anuncio de Jesús y de Su Evangelio no comportó
en ningún momento la alienación de las culturas precolombinas, ni fue una imposición
de una cultura extranjera… Sólo la Verdad unifica y su prueba es el amor… El
Verbo de Dios, haciéndose carne en Jesucristo, se hizo también historia y
cultura”.
Hoy experimentamos
que la Iglesia propone las culturas precolombinas como modelo para sí misma y
para la humanidad en general, pero Benedicto XVI decía: “La utopía de volver a
dar vida a las religiones precolombinas, separándolas de Cristo y de la Iglesia
universal no sería un progreso, sino más bien un regreso. En realidad, sería
una involución hacia un momento histórico anclado en el pasado”.
El título de la
conferencia de Aparecida estaba totalmente centrado en Cristo y era totalmente
misionero: “Discípulos y misioneros de Jesucristo, a fin de que nuestros
pueblos tengan vida en Él”. No se ponían en el centro las emergencias
ecológicas o sociales, sino la fe del Pueblo de Dios en aquel Continente, para
recordar a los fieles que “En virtud de su Bautismo son llamados a ser
discípulos y misioneros de Jesucristo”. Benedicto XVI ponía en el centro la
Evangelización y no pensaba que bautizar fuese una forma de proselitismo de la
cual abstenerse por respeto de las culturas. En su Discurso en efecto citaba el
Evangelio de Marcos: “Id a todo el mundo y proclamad la Buena Noticia a toda
criatura. El que crea será bautizado, será salvo”. Venía así propuesta de nuevo la versión
tradicional de anuncio, misión y evangelización.
En el Discurso de
Aparecida la centralidad no concierne a los pueblos latinoamericanos, de la
Amazonia o de otra región: Concierne a
Dios. Se parte y se retorna siempre a Dios. Hablar primero y sobre todo de Dios
y no de los problemas sociales –señalaba Benedicto XVI- suscitaba la acusación
de huir de la realidad. Y he aquí la respuesta clara y radical del Papa. “El
que excluye a Dios de su horizonte falsifica el concepto de ‘realidad’ y, en
consecuencia puede terminar sólo en caminos errados y con recetas
destructivas”.
Hoy el método
teológico y pastoral pide partir no de Dios sino de la “realidad”, de la
situación histórica y cultural de los pueblos, y luego releer el mensaje de
Dios. De opuesto parecer es Benedicto XVI: “Sólo el que reconoce a Dios, conoce
la realidad y puede responder a ella de modo adecuado y realmente humano. La
verdad de esta tesis resulta evidente frente al fracaso de todos los sistemas
que colocan a Dios entre paréntesis”. El lugar teológico es la Revelación de Dios confiada a la Tradición Apostólica.
Si Gustavo Gutiérrez decía que la teología es “acto segundo”, después de la
toma de posición frente a los problemas sociales, Benedicto XVI restituye a
Dios su puesto, el primer puesto.
Benedicto XVI se
plantea después la pregunta: “¿Qué nos da la fe en este Dios?”. Y no responde
refiriéndose a la fraternidad humana o a la justicia y a la paz sobre la
tierra, o a la conservación de la biodiversidad ambiental… sino a la Iglesia:
“Nos da una familia, la familia universal de Dios en la Iglesia católica. A la
centralidad de Dios corresponde la centralidad de la Iglesia.
Así como no parte de
la situación de los pueblos latinoamericanos para releer el Evangelio, sino del
Evangelio, así Benedicto XVI no parte de la praxis sino de la doctrina. Él
invita a conocer la Palabra de Dios, a hacer catequesis para “conocer” el
mensaje de Cristo sin lo cual no se lo puede ni siquiera volverlo guía de la
vida. Invita también a una “adecuada formación en la Doctrina Social de la
Iglesia, siendo muy útil para ésta el Compendio de la Doctrina Social de la
Iglesia”.
Dos son los puntos
centrales del Discurso de Aparecida: la centralidad de Dios y la relación entre
la fe y la recta razón. Ambas cosas, juntas, fundan el catálogo público de la
fe católica: “Una sociedad en la cual Dios está ausente no encuentra el
consenso necesario sobre los valores morales y la fuerza para vivir según el
modelo de estos valores, aun contra los propios intereses”.
Dado el aire que
sopla alrededor del Sínodo de la Amazonia, no tenemos duda de que la lectura de
este discurso de Aparecida sea muy útil.
Stefano Fontana
sábado, 5 de octubre de 2019
El Papa
nombra secretario adjunto de
la comisión que organiza los Sínodos a un obispo pro gay
Católicos on line, octubre
2019
Monseñor Mario Grech, obispo
de Gozo (Malta), ha sido nombrado Pro-Secretario General del Sínodo de los
Obispos y sucederá al cardenal Lorenzo Baldisseri, actual secretario. El
prelado maltés firmó una carta pastoral junto con Mons. Scicluna, ordenando a
sus sacerdotes que den la comunión y la absolución a los divorciados vueltos a
casar que se sientan «en paz con Dios». Es también favorable al reconocimiento
de las uniones homosexuales.
El propio cardenal
Baldisserie hizo el anuncio hoy, pocos días antes del inicio del Sínodo para la
Región Panamazónica:
«En nombre del Santo Padre
tengo el honor de comunicar lo siguiente: el Santo Padre, hoy, nombra
Pro-Secretario General del Sínodo de los Obispos a Monseñor Mario Grech, Obispo
de Gozo».
El purpurado explicó que el
Papa nombró a Grech como administrador apostólico «de la misma diócesis hasta
que haya un nuevo obispo».
«El Pro-Secretario General,
al tomar posesión de su cargo», añadió Baldisseri, «caminará junto al
Secretario General para obtener un conocimiento directo de la institución y de
sus componentes, y adquirir conciencia de los procesos e instancias de
competencia». Grech «ejercerá su cargo de Pro-Secretario General hasta el final
del mandato del Secretario General, con el fin de asumir su cargo».
El cardenal ha precisado que
el nombramiento ya prevé una sucesión a la guía de la Secretaría sinodal en
cuanto se acepte la renuncia presentada por Baldisseri, que cumplirá 80 años en
septiembre de 2020.
El cardenal concluyó su
intervención anunciando que, como Pro-Secretario General, Mons. Grech
«participará como miembro en la próxima Asamblea sinodal que comenzará el 6 de
octubre».
A favor de la comunión y
absolución de adúlteros
En enero del 2017, Mons.
Mario Grech firmó una carta pastoral junto con Mons. Charles Schicluna,
arzobispo de Malta, en la que ordenaban a sus sacerdotes que dieran la comunión
y la absolución a los divorciados vueltos a casar -adúlteros según las palabras
de Cristo-, bajo el argumento, basado en Amoris Laetitia, de que «si una
persona separada o divorciada que vive en una nueva unión, con una conciencia
formada e iluminada, reconoce y cree -él o ella- que está en paz con Dios, no
puede ser excluida de participar en los sacramentos de la Reconciliación y la
Eucaristía».
Igualmente aseguraron, basándose
en las nota 329 de Amoris Laetitia, que «hay situaciones complejas donde la
elección de vivir "como hermanos y hermanas" se convierte en
humanamente imposible y da lugar a un daño mayor».
Gay friendly
Mons. Grech también se
mostró favorable al reconocimiento legal de las uniones homosexuales. En una
entrevista concedida a Malta Television en marzo del 2018, el prelado dio la
bienvenida a las uniones homosexuales «con satisfacción», argumentando que los
miembros de dichas uniones «tienen derecho a no ser juzgados» y desde la
«fidelidad, tienen derecho a ser respetados como pareja».
jueves, 3 de octubre de 2019
Cardenal Müller
Por Gabriel Ariza
Infovaticana, 03 octubre,
2019
El Cardenal Muller ha
querido hacer pública en un consorcio de medios liderado por LifeSiteNews en el
que está, en español, InfoVaticana, una declaración en defensa del dogma de que
las mujeres no pueden ser sacerdotes.
Declaración completa del
cardenal Gerhard Müller:
La exigencia según la cual
el Sínodo para la Amazonia debe regular que el Sacramento de las Sagradas
Órdenes -en su primer grado, el diaconado- sea válidamente administrado a las mujeres
contiene varios errores.
El primero de ellos consiste
en la opinión de que el Magisterio está por encima de la Revelación y de que un
sínodo de los obispos (que tiene sólo un carácter consultivo), un concilio
ecuménico o el papa pueden alterar la sustancia de los sacramentos (Concilio de
Trento, Decreto sobre la Comunión bajo ambas especies, DH 1728).
El segundo error está en la
opinión según la cual el Sacramento de las Sagradas Órdenes realmente consiste
en tres Sacramentos, por lo que hay que decidir, en consecuencia, si la
declaración Ordinatio Sacerdotalis (1994) se aplica sólo al grado de ordenación
de obispo, presbítero (= sacerdote) o diácono.
El tercer error consiste en
confundir a un público teológicamente mal informado al avanzar la tesis según
la cual la decisión definitiva del papa Juan Pablo II, a saber: «Declaro que la
Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación
sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como
definitivo por todos los fieles de la Iglesia» (Ordinatio Sacerdotalis, 4), no
es un dogma.
Sin embargo, está fuera de
toda duda que esta decisión definitiva de Juan Pablo II es, desde luego, un
dogma de fe de la Iglesia católica, y que este era el caso antes de que este
papa definiera, en 1994, esta verdad tal como está contenida en la Revelación.
La imposibilidad de que una mujer reciba de forma válida el Sacramento de las
Órdenes Sagradas en cada uno de los tres grados es una verdad contenida en la
Revelación y, por ende, confirmada de manera infalible por el Magisterio de la
Iglesia y presentada como algo que hay que creer.
Por petición de la comisión
doctrinal de la Conferencia episcopal alemana, en una ocasión reuní, en la
época del cardenal Wetter [que encabezó la comisión doctrinal de 1981 a 2008],
los documentos más importantes de la Escritura, la Tradición y el Magisterio
bajo el título: The Recipient of the Sacrament of Holy Orders. Sources Pertaining to the Doctrine and Practice of the
Church to Confer the Sacrament of Holy Orders Only on Men (Würzburg 1999).
La Comisión Teológica
Internacional también se expresó de manera competente sobre esta cuestión, y
existen varias monografías al respecto. Una discusión sobre este tema tiene
validez sobre la base del conocimiento de las fuentes. Quien lo niegue tal vez
sea bien acogido por los desinformados y los medios de comunicación
anticlericales -para los que es motivo de alegría el conflicto y la división
dentro de la Iglesia-, pero no será tomado en serio a nivel académico.
Cuando hablamos de dogma,
hay que diferenciar entre el aspecto sustancial y el aspecto formal del mismo.
La verdad revelada que en él se expresa, y cuya negación se sanciona con un
«anathema sit« y que es pronunciada «ex cathedra» sólo por el Papa, no depende
por tanto de la forma externa de la definición. Las afirmaciones fundamentales
del Credo, por ejemplo, no han sido formalmente definidas, pero sí lo han sido
en su sustancia -y de una manera exquisita-, y son presentadas por la Iglesia
como afirmaciones que hay que creer por el bien de la salvación.
Algunas personas sugieren
ahora que la doctrina según la cual sólo un hombre bautizado (que responde a
los requisitos objetivos y subjetivos necesarios) puede recibir de manera
válida el Sacramento de las Sagradas Órdenes tiene que ser relativizada, es
decir, que es una opinión privada y puntual de Juan Pablo II, porque algunos
teólogos u obispos son de la opinión subjetiva de que dicha doctrina no es un
dogma. Y mantienen su punto de vista, a pesar de que el papa Francisco en
persona siempre haya resaltado el carácter vinculante de Ordinatio
Sacerdotalis.
Algunos, claramente personas
facciosas, malinterpretan de una manera ideológica el dogma de la primacía de
la jurisdicción y la infalibilidad del papa en cuestiones de fe y moral, y
convierten estos dogmas en un absolutismo eclesiástico nunca visto hasta ahora,
como si -también fuera de las cuestiones de fe y moral-, el papa pudiera exigir
«obsequio religioso de la voluntad y del entendimiento» respecto al «magisterio
auténtico del Romano Pontífice» (Lumen Gentium, 25). Lo hacen como si hubiera,
junto a la Palabra de Dios, una fuente adicional de Revelación, bien en el
papa, bien en el Pueblo de Dios, que debe ser escuchado por los pastores. Estas
nuevas fuentes, dicen, nos permitirán ir más allá de la Escritura y la
Tradición e incluso conocer mejor que el Magisterio que ha llegado hasta
nuestros días lo que Jesús quería realmente decir y lo que diría si Él aún
viviera.
Cuando se enfrentaron a la tergiversación engañosa del canciller
imperial Bismarck sobre el dogma de la infalibilidad del Concilio Vaticano I,
los obispos alemanes declararon que el Magisterio del papa y de los obispos
está «vinculado al contenido de la Sagrada Escritura y de la Tradición, como
también a las decisiones magisteriales tal como ya han sido tomadas por el
Magisterio de la Iglesia» (DH 3116). El papa Pío IX dio su firme apoyo a esta
declaración (DH 3117).
Es asombroso el diletantismo
que vemos actualmente en teología, como también el menosprecio brutal que hay
hacia el hombre en la política de la Iglesia. Quien tiene una mente
independiente es expulsado sin piedad y descartado de una manera inhumana, sin
tomar en consideración sus logros por el bien de la Iglesia y la teología. Sin embargo,
la unidad en la verdad sólo puede ser recibida de Dios en la oración, y sólo
puede realizarse obedeciendo al Magisterio en lo que respecta a Dios y Su
Revelación, y no mediante manipulaciones o con el uso de la violencia y el
engaño. Ad intra et extra, se aplica: «La verdad no se impone de otra manera,
sino por la fuerza de la misma verdad, que penetra suave y fuertemente en las
almas» (Concilio Vaticano II, Declaración Dignitatis Humanae sobre la libertad
religiosa, 1).
No se podría convencer ni a
un niño de que estas fantasías de omnipotencia políticas y de los medios de
comunicación tienen algo que ver con la doctrina definida en los Concilios
Vaticanos I y II sobre el papa y la Iglesia. Ciertamente no podríamos hacerlo
con «los perfectos [en la fe], que con la práctica y el entrenamiento de los
sentidos saben distinguir el bien del mal» (Heb 5, 14). Todos los que
sobreestiman o subestiman la primacía de la Iglesia romana y su obispo deben
leer con urgencia el texto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (1998):
El primado del sucesor de Pedro en el misterio de la Iglesia. Se puede leer
como un anexo a mi estudio de 600 páginas, El Papa. Misión y cometido (BAC
2018). Este libro está disponible en polaco y pronto será publicado en inglés e
italiano, por lo que nadie puede alegar una falta de conocimiento sobre mi
propia postura al respecto.
En la teología, lo que
cuenta son las argumentaciones teológicas y filosóficas. La verdad no es una
función que está al servicio de las afirmaciones políticas e ideológicas del
poder. Hace tiempo que se ha visto cuál era el ardid popular de nuestros
progresistas, por lo que ahora ya no es efectivo. Es decir, en las discusiones
ellos utilizan el ataque personal en lugar de expresar sus argumentaciones
fundamentales, y se ayudan en su propia confusión con insinuaciones absurdas
que no tienen ninguna honestidad intelectual.
Según la tesis del
modernismo tal como fue condenado por el Magisterio -una versión
pseudo-católica del protestantismo cultural sobre la teología del sentimiento
según Schleiermacher-, un dogma de la fe católica no es la visión definitiva e
irreversible de la Iglesia de que una verdad es contenida en la Revelación, lo
que implica que tiene que ser aceptado por todo católico «con fe católica y divina»,
sino que es, más bien, una expresión de la opinión dominante que ha ganado, con
la ayuda de las estrategias periodísticas, y la autoridad del papa que entonces
esté reinando.
La Palabra de Dios en la
Escritura y la Tradición y el hecho de que el Magisterio está vinculado, en
sustancia, a la Revelación única e incomparable en Jesucristo, la Palabra
encarnada de la Fe, es reemplazada entonces por una lealtad eclesiástica-política a la línea del papa actual, pero sólo
bajo la condición de que este esté de acuerdo con su opinión. Estos mismos
«falsos profetas» (Gal 2, 4), que ahora desean convertir la lealtad eclesial de
cada católico al papa en un sumisión incondicional a este hombre y en
sacrificium intellectus sin sentido, eran los enemigos más acérrimos de Juan
Pablo II y Benedicto XVI. La lealtad al papa que tiene una base teológica es
totalmente distinta.
El Manifiesto de la Fe
(incluido en mi libro: The Power of the Truth. The Challenges to Catholic
Doctrine and Morals Today, Ignatius Press 2019), que publiqué ante el caos
presente en la proclamación de la enseñanza y que, en coherencia con la
Tradición Apostólica, presenta las verdades clave, a saber: la Santísima
Trinidad, la Encarnación, la Sacramentalidad de la Iglesia, los Siete
Sacramentos, la unidad de fe y discipulado, y la esperanza de la vida eterna,
fue degradado a nivel de «medias verdades de carácter subjetivo y arbitrario».
Alguien que es habitualmente un entusiasta admirador de Lutero incluso pensó
que podía acusarme de ser un Lutherus redivivus, es decir, un Lutero renacido.
Este Lutero, poco antes de morir y expresado de un modo que no invita al
diálogo, se dejó ir y habló de «un papado en Roma instituido por el demonio» (1545).
Además, esta misma facción
ideológica ahora se presenta, en sus célebres revistas, páginas webs y libros
llamados de no ficción, como defensora del papa de la reforma, sin darse cuenta
que está socavando, con su polarización de la autoridad papal, los cimientos
teológicos del Ministerio Petrino. Los católicos ya no tienen que creer en
Dios, sino en el papa, al que los ideólogos dominantes dentro y fuera de la
Iglesia presentan como «su papa». Estos mismos ideólogos condenan, con un
estremecedor ataque de obsesión religiosa, como enemigo de «su papa» a todo obispo
y sacerdote católico y lúcido.
Pero «»la obediencia de la
fe», por la que el hombre se confía libre y totalmente a Dios prestando «a Dios
revelador el homenaje del entendimiento y de la voluntad», y asintiendo
voluntariamente a la revelación hecha por El» (Dei Verbum, 5), nunca se puede
aplicar a un ser humano, ya sea el papa o un obispo. Su autoridad es meramente
derivada y, en su sustancia, depende completa y totalmente de la autoridad de
Dios porque «no aceptan ninguna nueva revelación pública como perteneciente al
divino depósito de la fe» (Lumen Gentium, 25). Esto se aplica también a la
relación entre los obispos y el papa. En su ordenación episcopal, los obispos
prometen directamente a Dios preservar con fidelidad la fe católica. En sus
conciencias, están vinculados y obligados sólo a Dios y Su Verdad Revelada
(contra cualquier forma de papalatría).
Sin embargo, en el contexto de la
colegialidad episcopal y de la orientación hacia el papa como principio perenne
y fundamento de la unidad de la Iglesia en la verdad revelada de la fe (Lumen
Gentium, 18, 23), también la comunidad de la Iglesia y la responsabilidad
comunitaria por el depósito de la fe de la Iglesia están orientados a Dios
(contra el individualismo protestante).
Fue sólo así como san Pablo
pudo «encararme con él [san Pedro]» (Gal 2, 11), porque este, en su enseñanza,
era de hecho leal a la «verdad del Evangelio» (Gal 2, 14), pero luego «era
reprensible» por su práctica ambigua. Pero san Pablo lo hizo sin cuestionar en
su esencia la autoridad y misión de san Pedro. El llamado incidente de
Antioquía no puede, por tanto, ser utilizado como un argumento contra la
existencia del papado como derecho divino.
Tras algunas experiencias
negativas, el papa Francisco tiene que ser consciente de que la relación entre
el papa y los obispos (y en el contexto de la Santa Iglesia romana, su relación
con los cardenales) tiene que estar determinada por la comprensión católica de
la Iglesia y que no puede ser abandonada al sensacionalismo de los periodistas
o el oportunismo de los aduladores.
Es
una arrogancia incalificable que los «vaticanistas» entreguen al papa
públicamente, y con gestos inequívocos que buscan su apoyo, sus libros, en los
que «destapan» -pero en realidad meramente fabrican- oposiciones y conspiraciones
contra el papa en la curia y en la Iglesia, y que después permitan ser
alabados, de manera similar a como lo eran los «héroes de la Unión Soviética»
del pasado, por esta locura que no hace más que minar la fe.
Recordemos aquí que «[Jesús]
encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los
cambistas sentados» y que él los echó del Templo, esparció su dinero (ganado
con la usura) y «volcó las mesas» (véase Jn 2, 14 y ss). En cualquier caso, no
es una forma de literatura que fomente la armonía entre los fieles y contribuya
a aumentar el sentido moral.
Si el Sínodo para la
Amazonia tiene que convertirse en una bendición para el conjunto de la Iglesia
y un reforzamiento de su unidad en la verdad, en lugar de un debilitamiento, es
necesario dejar de pensar según las distintas facciones e ideologías. Cuando en
una lucha cada uno «dice algo distinto» y lo legitima diciendo «Me adhiero a
Pablo, y yo a Pedro; me adhiero a Apolo, yo a Cristo», entonces la
interpelación del apóstol está justificada: «¿Está dividido Cristo? ….
¿Fuisteis bautizados en nombre de Pablo?» (1 Cor 1, 13). «Realmente tiene que
haber escisiones entre vosotros para que se vea quiénes resisten a la prueba» (1 Cor 11, 19); sin embargo, «¡ay
del mundo por los escándalos!» (Mt 18, 7).
Creemos en un único Dios
«que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la
verdad» y «único también es el mediador entre Dios y los hombres, el hombre
Cristo Jesús» (1 Tim 2, 3-7). Y sabemos que los apóstoles y sus sucesores, los
obispos, son constituidos maestros «de las naciones en la fe y en la verdad» (1
Tim 2, 7).
Nosotros
católicos somos, sin excepción, leales al papa Francisco y a los obispos en
comunión con él. Esta es la esencia del mandato del papa, que
él reúna una y otra vez de nuevo a los discípulos y que los una en la profesión
de san Pedro el cual, cuando Jesús le preguntó quién pensaba que Él era, hizo
la profesión de la Iglesia de todos los tiempos: «Tú eres el Mesías, el Hijo
del Dios vivo» (Mt 16, 16). Y lo hizo sin prestar atención a las veleidosas
opiniones de la gente.
Traducido
por Verbum Caro para InfoVaticana.
lunes, 30 de septiembre de 2019
El tiempo y el espacio
Autor: Santiago MARTÍN,
sacerdote FM
Católicos on line, setiembre
201
Lo último que sabemos de lo
que está sucediendo en Alemania, es que doce obispos contra cincuenta y uno,
han votado en contra de los Estatutos de su Sínodo, porque no cumplen lo que ha
pedido el Papa. Uno de ellos, el de Tubinga, ha advertido además que abandonará
el Sínodo si se aprueban cosas contrarias a la fe católica que él ha jurado
defender con su vida.
El cisma, real desde hace
cincuenta años, está a punto de hacerse oficial por parte de los que no aceptan
ni la Palabra ni la Tradición. Pero, ¿por qué ha ocurrido y por qué
precisamente con este Papa? ¿Por qué los obispos alemanes liberales se
enfrentan a un Pontífice con el que se sienten identificados, al que han
aclamado desde el principio y al que ayudaron a llegar al Pontificado?
El Papa Francisco gobierna
la Iglesia basándose en cuatro principios que él mismo ha expuesto, sobre todo
en la Evangelii gaudium: el tiempo es superior al espacio; la unidad prevalece
sobre el conflicto; la realidad es más importante que la idea; el todo es
superior a la parte. De todos ellos, el que más puede ayudarnos a entender lo
que pasa en Alemania, es el primero. El Papa ha dicho muchas veces que él
quiere poner en marcha procesos que luego no permitan la vuelta atrás. Esto
implica dos cosas: tomar decisiones que favorezcan esos procesos y tener
paciencia para no dar un paso en falso que genere una reacción tan fuerte que
los anule. Lo primero se hace con los nombramientos, ante todo de cardenales
(Kasper acaba de declarar que con los últimos cardenales electos ya está
asegurada la elección de un Papa en la línea de Francisco) y también de obispos
para sedes clave en la Iglesia (Lima, Chicago o Bolonia son ejemplos de esto).
Lo segundo, requiere ir poco a poco, confiando en que la historia nunca da
marcha atrás y en que con los hombres pasa lo mismo que con las ranas cuando se
las mete en una cazuela de agua que se va calentando poco a poco: no saltan,
hasta que el agua hierve y es demasiado tarde.
Ahí es donde se ha
presentado el conflicto con los alemanes. No sería, aparentemente al menos y
según declaraciones del propio cardenal Marx, un conflicto de fondo -como sí lo
hubiera habido con los Pontífices anteriores, con los cuales, precisamente por
eso, no estalló-, sino un conflicto de oportunidad. Los alemanes no están
dispuestos a esperar. Posiblemente no creen lo de que el tiempo es superior al
espacio y opinan que en la historia de la humanidad han sido muchos los que han
dejado todo atado y bien atado y luego han terminado con sus huesos en un
estercolero. Por eso tienen prisa. Les parece demasiado aguardar otros diez o
veinte años para que la homosexualidad sea aceptada y para que llegue la hora
del sacerdocio femenino, entre otras cosas que reclaman. Para ellos es ahora o
nunca. El Papa les pide paciencia y ellos no la tienen.
Yo también creo que el
tiempo es superior al espacio y que poner en marcha procesos es más importante
que precipitar las cosas. Lo que pasa es que, por encima de estos principios de
comportamiento basados en perspectivas humanas, creo en Dios. Y sé que Dios es
el Señor del tiempo, es el Señor y dueño de la historia. Por eso confío en que
lo que se pretende dejar atado de forma que no haya marcha atrás posible, se
pueda desatar en cualquier momento, porque de repente sucede algo imprevisto
que hace que todo cambie. No sé si los alemanes comparten mi fe y es por eso
por lo que tienen prisa, pero desde luego no están dispuestos a esperar.
Si a esta situación se le
añade el no menos conflictivo Sínodo de la Amazonía, podemos hacernos una idea
de cómo está la Iglesia. El Papa, que aparentemente alentó los procesos, pone
el freno, como se tira de las riendas del caballo para que no se desboque. Es
como si dijera: hay que ir, pero más despacio y eso lleva incluso a dudar de
sus intenciones a los que quieren ir más de prisa. Mientras, los que no
queremos ir por ese camino y aguantamos todos los días los insultos y las
amenazas, sólo podemos contemplar con tristeza el espectáculo de ver cómo ellos
se pelean y suplicar a Dios que salve a su Iglesia.
martes, 24 de septiembre de 2019
Fidelidad al Papa
Una aclaración sobre el
significado de la "fidelidad al Papa"
Autor: Raimond
BURKE/Athanasius SCHNEIDER, obispos católicos
Ninguna persona honesta
puede negar la confusión doctrinal casi general que reina en la vida de la
Iglesia en nuestros días. Esto se debe particularmente a las ambigüedades con
respecto a la indisolubilidad del matrimonio, que se relativiza mediante la
práctica de la admisión de personas que conviven en uniones irregulares a la
Sagrada Comunión, debido a la creciente aprobación de los actos homosexuales,
que son intrínsecamente contrarios a la naturaleza y contrarios a la voluntad
revelada de Dios, debido a errores con respecto a la singularidad de Nuestro
Señor Jesucristo y Su obra redentora, que se relativiza a través de afirmaciones
erróneas sobre la diversidad de las religiones, y especialmente debido al
reconocimiento de diversas formas de paganismo y su practicas rituales a través
del Instrumentum Laboris para la próxima Asamblea Especial del Sínodo de los
Obispos para la región Panamazónica.
Ante esta realidad, nuestra
conciencia no nos permite callar. Nosotros, como hermanos en el Colegio de los
Obispos, hablamos con respeto y amor, para que el Santo Padre rechace
inequívocamente los evidentes errores doctrinales del Instrumentum Laboris para
la próxima Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para la región
Panamazónica y no consienta a la abolición práctica del celibato sacerdotal en
la Iglesia latina a través de la aprobación de la ordenación de los llamados
«viri probati«.
Con nuestra intervención,
nosotros, como pastores del rebaño, expresamos nuestro gran amor por las almas,
por la persona del mismo Papa Francisco y por el don divino del oficio Petrino.
Si no hiciéramos esto, cometeríamos un gran pecado de omisión y de egoísmo.
Porque
si estuviéramos en silencio, tendríamos una vida más tranquila, y tal vez
incluso recibiríamos honores y reconocimientos. Sin embargo, si estuviéramos en
silencio, violaríamos nuestra conciencia. En este contexto, pensamos en las
conocidas palabras del futuro santo Cardenal John Henry Newman (que será
canonizado el 13 de octubre de 2019): «Brindaré al Papa – si asì Usted lo desea
– primero a la Conciencia y al Papa después «. (Carta dirigida al duque de
Norfolk en ocasión del reciente reproche del Sr. Gladstone).
Pensamos en estas palabras
memorables y pertinentes de Melchior Cano, uno de los obispos más sabios
durante el Concilio de Trento: «Pedro no
necesita nuestra adulación. Aquellos que defienden ciega e indiscriminadamente
cada decisión del Sumo Pontífice son los que menoscaban la autoridad de la
Santa Sede: destruyen, en lugar de fortalecer sus cimientos”.
En los últimos tiempos, se
ha creado una atmósfera de infalibilización casi total de las declaraciones del
Romano Pontífice, es decir, de cada palabra del Papa, de cada pronunciamiento y
de los documentos meramente pastorales de la Santa Sede. En la práctica, ya no
se observa la regla tradicional de distinguir los diferentes niveles de los
pronunciamientos del Papa y de sus oficios con sus notas teológicas y con la
correspondiente obligación de adhesión de los fieles.
A
pesar del hecho de que el diálogo y los debates teológicos fueron alentados y
promovidos en la vida de la Iglesia durante las últimas décadas después del
Concilio Vaticano II, en nuestros días, parece que ya no hay posibilidad de un
debate intelectual y teológico honesto y de la expresión de dudas sobre
afirmaciones y prácticas que ofuscan y perjudican gravemente la integridad del
Depósito de la Fe y de la Tradición Apostólica. Tal situación lleva al
desprecio por la razón y, por lo tanto, por la verdad.
Quienes critican nuestras
expresiones de preocupación emplean sustancialmente solo argumentos
sentimentales o argumentos del poder. Aparentemente no quieren entablar una
discusión teológica seria sobre el tema. A este respecto, parece que a menudo
la razón simplemente es ignorada y se suprime el razonamiento.
Una expresión sincera y
respetuosa de preocupación con respecto a asuntos de gran importancia teológica
y pastoral en la vida de la Iglesia de hoy, dirigida también al Sumo Pontífice,
es inmediatamente silenciada y arrojada a la luz negativa con reproches
difamatorios de «sembrar dudas», de ser «contra el Papa», o incluso de ser
«cismático».
La Palabra de Dios nos
enseña, a través de los Apóstoles, a ser certeros, firmes e inquebrantables con
respecto a las verdades universales e inmutables de nuestra fe y a mantener y
proteger la fe ante los errores, como San Pedro, el primer Papa, escribió:
«Estad en guardia para que no os arrastre el error de esa gente sin principios
ni decaiga vuestra firmeza» (2 Pd. 3, 17). San Pablo también escribió: “Ya no
seamos niños sacudidos por las olas y llevados a la deriva por todo viento de
doctrina, en la falacia de los hombres, que con astucia conduce al error; sino
que, realizando la verdad en el amor, hagamos crecer todas las cosas hacia él,
que es la cabeza: Cristo” (Ef. 4,
14-15).
Hay que tener en cuenta el
hecho de que el apóstol Pablo reprochó públicamente al primer papa en Antioquía
en una cuestión de menor gravedad, en comparación con los errores que en
nuestros días se extienden en la vida de la Iglesia. San Pablo advirtió
públicamente al primer Papa debido a su comportamiento hipócrita y al
consiguiente peligro de cuestionar la verdad que dice que las prescripciones de
la ley mosaica ya no son vinculantes para los cristianos.
¿Cómo reaccionaría hoy el
apóstol Pablo si leyera la oración del documento de Abu Dhabi que dice que Dios
quiere en su sabiduría igualmente la diversidad de sexos, naciones y religiones
(entre las cuales hay religiones que practican la idolatría y blasfeman a
Jesucristo)!? Tal afirmación produce, de hecho, una relativización de la
unicidad de Jesucristo y de su obra redentora! ¿Qué dirían San Pablo, San
Atanasio y las otras grandes figuras del cristianismo al leer una frase así y
los errores expresados en el Instrumentum Laboris para la próxima Asamblea
Especial del Sínodo de los Obispos para la región Panamazónica? Es imposible
pensar que estas figuras permanecerían en silencio, o se dejarían intimidar con
reproches y acusaciones de hablar «contra el Papa».
Cuando
el papa Honorio I en el siglo VII mostró una actitud ambigua y peligrosa con
respecto a la propagación de la herejía del monotelitismo, que negaba que
Cristo tuviera una voluntad humana, San Sofronio, patriarca de Jerusalén, envió
un obispo de Palestina a Roma, pidiéndole hablar, rezar y no guardar silencio
hasta que el Papa condenase la herejía. Si San Sofronio viviera hoy,
ciertamente sería acusado de hablar «en contra del Papa».
La afirmación sobre la
diversidad de religiones en el documento de Abu Dhabi y especialmente los
errores en el Instrumentum Laboris para la próxima Asamblea Especial del Sínodo
de los Obispos para la región Panamazónica contribuyen a una traición de la
incomparable singularidad de la Persona de Jesucristo y de la integridad de la
fe católica. Y esto ocurre ante los ojos de toda la Iglesia y del mundo. Una
situación similar existió en el siglo IV, cuando con el silencio de casi todo
el episcopado, la consustancialidad del Hijo de Dios fue traicionada en favor
de afirmaciones doctrinales ambiguas del semi-arrianismo, una traición en la
que incluso el Papa Liberio participó por un corto período de tiempo. San
Atanasio nunca se cansó de denunciar públicamente tal ambigüedad. El papa
Liberio lo excomulgó en el año 357 «pro bono pacis«, es decir, “por el bien de
la paz», para tener paz con el emperador Constancio y los obispos semi-arrianos
del Este. San Hilario de Poitiers informó este hecho y reprendió al Papa
Liberio por su actitud ambigua. Es significativo que el Papa Liberio, a
diferencia de todos sus predecesores, fue el primer papa cuyo nombre no se incluyó
en el Martirologio Romano.
Nuestra declaración pública
corresponde con las siguientes palabras de Nuestro Santo Padre, el Papa
Francisco: “Una condición general de base es esta: hablar claro. Que nadie
diga: «Esto no se puede decir; pensará de mí así o así…». Se necesita decir
todo lo que se siente con parresía. Después del último Consistorio (febrero de
2014), en el que se habló de la familia, un cardenal me escribió diciendo:
lástima que algunos cardenales no tuvieron la valentía de decir algunas cosas
por respeto al Papa, considerando quizás que el Papa pensara algo diverso. Esto
no está bien, esto no es sinodalidad, porque es necesario decir todo lo que en
el Señor se siente el deber de decir: sin respeto humano, sin timidez» (Saludo
a los padres sinodales durante la Primera Congregación General de Tercera
Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos, 6 de octubre de
2014).
Afirmamos en presencia de
Dios quién nos juzgará: somos verdaderos amigos del Papa Francisco. Tenemos una
estima sobrenatural de su persona y del supremo oficio pastoral del Sucesor de
Pedro. Oramos mucho por el Papa Francisco y alentamos a los fieles a hacer lo
mismo. Con la gracia de Dios, estamos listos para dar nuestras vidas por la
verdad de la fe católica sobre la primacía de San Pedro y sus sucesores, si los
perseguidores de la Iglesia nos pidieran que negáramos esta verdad. Vemos los
grandes ejemplos de fidelidad a la verdad católica de la primacía Petrina, como
San Juan Fisher, obispo y cardenal de la Iglesia, y Santo Tomás Moro, un laico,
y muchos otros santos y confesores, y nosotros invocamos su intercesión.
Cuanto más fieles laicos,
sacerdotes y obispos se aferran y defienden la integridad del depósito de la
fe, más, de hecho, apoyan al Papa en su ministerio Petrino. Porque el Papa es
el primero en la Iglesia a quien se aplica esta advertencia de la Sagrada
Escritura:
“Mantén la forma de las
palabras sanas que has oído de mí en la fe y el amor que tienen su fundamento
en Cristo Jesús. Vela por el buen depósito que se te ha confiado con la ayuda
del Espíritu Santo que habita en nosotros” (2 Tim. 1, 13-14).
24
de septiembre de 2019.
Fiesta
de Nuestra Señora de la Merced
Raymond Leo Cardenal Burke
Obispo Athanasius Schneider
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